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El color cambia los entornos de algunos barrios

Este trabajo fue realizado por un artista norteamericano. Se caracteriza por su geometría. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO.

Este trabajo fue realizado por un artista norteamericano. Se caracteriza por su geometría. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO.

La artista Mo Vázquez se encargó de dar vida a esta casona con un colorido ramaje. Foto: Paúl Rivas / ELCOMERCIO.

Encerrado por una selva de gigantes de hormigón armado y de pocos árboles naturales, el edificio parece un lunar de color en medio de tanto gris.

Y aunque también es de concreto y vidrio templado, bastó un pequeño-gran cambio para dotarlo de otra trascendencia, de una nueva perspectiva: la incorporación de un mural orgánico contemporáneo en sus fachadas principales.

Con esa sola adición, este edificio de 8 plantas, 1 terraza y un estacionamiento para 11 vehículos -el Hotel Q- pasó de ser uno más del montón a convertirse en un nuevo referente de la zona de La Pradera. Ahora, la intersección de las calles Mariana de Jesús y Pradera luce más atractiva.

La ‘culpa’ de esta mutación radical la tienen tres personas en particular: Marcelo Castillo -propietario del bien- y Françoise Polo y Shirma Guayasamín -las artistas que diseñaron, proyectaron y pusieron en escena el mural-.

Castillo -empresario, arquitecto, pintor- convocó en diciembre pasado a un concurso público, bautizado Quito Lienzo, para realizar el mural.

Se presentaron 20 trabajos, que fueron evaluados por un jurado conformado por los profesionales Rolando Moya, Sebastián Corral y Castillo.

Escogieron el trabajo de Guayasamín-Polo (mallorquina), quienes se pusieron manos a la obra y montaron, en dos semanas, el magnífico trabajo.

Guayasamín, reconocida escultora nacional, cuenta que nunca se había subido a una canasta metálica a tantos metros de altura y que sintió miedo, a pesar de estar equipada con arneses de seguridad, casco de protección...

Castillo y las dos damas artistas esperan que esta iniciativa privada no sea una ‘golondrina en verano’ sino una espiga fecunda, que se multiplique en otras edificaciones de la zona.

Y no es un caso aislado. 12 cuadras en el sur, en la intersección de las calles 9 de Octubre y Carrión, en torno a la plaza Borja Yerovi, se vive una fiesta de color. Es diferente a la del Hotel Q pero persigue el mismo fin: mejorar el entorno citadino mediante la apropiación de las fachadas de las casas -republicanas y modernistas en su mayoría- por medio de los murales.

La idea nació de la colaboración tripartita entre los vecinos de la zona, Quito Turismo y Pinturas Cóndor, explica Miguel Ángel Mañas, uno de los propulsores y miembro del jurado del concurso -asimismo público- que escogió a nueve de los trabajos presentados para que se plasmen en las paredes de las viviendas, varias patrimoniales.

La tarea va por la segunda etapa. En la primera se pintaron cuatro inmuebles y, en este momento, se dan los toques finales en otros cinco.

En ese rescate urbanístico han colaborado artistas de la talla del estadounidense Shainne hasta la talentosa Mo Vázquez, quien puso su sello multicolor en dos casonas.

Ellos, como el resto de artistas, tienen que sujetarse a las reglas impuestas por los organizadores: expresar sus composiciones utilizando elementos pertenecientes al imaginario quiteño y utilizar los productos de Pinturas Cóndor.

En eso andan, por ejemplo, Gary Vera y Tania Lombeida, quienes muestran la exuberante flora capitalina en vinil acrílico en la casa N21-276.

Al otro lado, cruzando el parque, la arquitecta de interiores Melany Ponce llena de tórtolas, gorriones, quindes y mirlos la fachada de un solo piso de la casa N22-25.

En la casa contigua, Carmita Marchán y Alexandera Almeida se esfuerzan por decorar la fachada de la N22-35 con motivos de vitrofusión, su técnica favorita. Ellas pertenecen a un colectivo llamado Arte al Fuego, que dejará su huella en esta casa de corte más moderno.

Este trabajo fue realizado por un artista norteamericano. Se caracteriza por su geometría. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO.