La construcción ha tenido auge en los últimos años en Cayambe, Pichincha. Según Pedro Espín, director de Planificación del Municipio, de 220 ha de construcción que había en la zona urbana en 1998, ahora bordean las 1 700.
Este crecimiento, asegura, avanzó de la mano de la floricultura, la principal actividad económica del cantón. “Cayambe creció hacia los flancos. En ese desarrollo, la parroquia de Ayora, antes urbana y hoy rural, se destaca por sus viviendas campestres”.
En esa parroquia se han levantado numerosas villas de corte rústico, elaboradas con materiales de la zona como: adobe, bahareque, piedra, madera y teja. Esas casas guardan armonía con las viviendas centenarias de Ayora.
El ingeniero Eduardo Morán, jefe de Construcciones del Municipio de Cayambe, recuerda que hubo un resurgimiento de las casas con diseños campestres tras el sismo de 1987, que afectó a toda la Sierra norte. “Solo en Ayora hubo 500 viviendas afectadas, entre averiadas y destruidas”.
Morán comenta que se buscó una propuesta de vivienda amigable. Es decir, que ofrezca buenas condiciones de vida a sus habitantes, que guarden armonía con su entorno y que mejore las condiciones de seguridad frente a fenómenos como los sismos.
¿La oferta? Un inmueble con el diseño de las casas campesinas de la zona: una construcción rectangular con paredes de adobe y techos de teja, pero mejorada.
Morán explica que al inicio hubo mucha resistencia. Por eso decidió construir dos casas modelos, recogiendo las técnicas vernáculas usadas en las casas campesinas antiguas de Ayora. A ello se adhirieron las recomendaciones y gustos de los vecinos.
Marieanne y Klaus Giesecke-Hellwic, una pareja de austriacos afincados en Cayambe, aceptaron el reto. Ellos ya cumplieron 21 años viviendo en la casa modelo. El inmueble de paredes de bloque, elaborado con tierra y cemento (terrocemento), tiene un poco de aquí y de allá, dice Klaus, refiriéndose a los detalles ecuatorianos y austriacos.
La casa, de 160 m², está distribuida en dos plantas. Al igual que la mayoría de viviendas del sector las paredes exteriores son blancas y en el interior tiene un largo corredor, que conecta a las diferentes habitaciones.
La otra vivienda modelo pertenece a Morán. “Estas casa sirvieron de taller. Los vecinos vieron como se construían respetando detalles como las ventanas de madera y el corredor, el lugar para recibir las visitas que ellos tenían”.
El resultado fue construcciones que se conjugan con el paisaje campestre. A partir de ellos surgieron otras villas parecidas, comenta Espín. Algunas de ellas están ubicadas en la playa del río San José. Son casas de teja, adobe y piedra. Gabriel Serrano, uno de los constructores, considera que las construcciones andinas tienen una identidad propia.
En el sector Los Lotes, en Ayora, también se han levantado. Una de ellas es la denominada Casa Blanca. Según Tania Merino, su propietaria, la idea fue construir una vivienda que armonice con el entorno rural de Ayora.
En esta construcción se resalta el diseño interior, que rememora las casas españolas con un patio interno, dominado por columnas. Este espacio, cuyo techo está cubierto por un tragaluz, es en realidad simbólico. Las paredes redondas y carentes de esquinas están pintadas tonos tierra.
Las características
Un material resistente. La mayor parte del suelo de Ayora está constituido por cangahua, un material duro, ideal para la construcción en adobe.
Las casas frescas. El bloque y el bahareque generan un microclima interior. En esta zona fría mantiene la temperatura exterior. Pero se calienta el ambiente con chimeneas o estufas.
Los huertos familiares. La mayoría de villas campestres posee huertos de verduras y leguminosas y criaderos de pollos, cuyes y conejos.
Estas casas, a diferencia de las que se construyen en serie para negocios, tienen un detalle particular: son hechas de manera manual y artesanal. Y por eso tienen su encanto. Además, son ecológicas porque no atentan contra el medioambiente.