A las 09:00 empieza el movimiento comercial en la avenida 6 de Diciembre, en el sector de San José del Inca, al norte de Quito. La gente camina de prisa, los negocios ponen música a todo volumen para atraer a los clientes y el flujo de autos aumenta con el paso de las horas.
Según Patricio Aldaz, administrador de uno de los edificios de la zona, el barrio se ubica en un sector concurrido. “En El Inca hay de todo. Se puede encontrar lo que uno necesita”, sostiene con una amplia sonrisa. Sin embargo, el gesto desaparece de su cara cuando habla de la inseguridad.
“Aquí los locales comerciales y residencias contratamos guardias privados, porque al no tener un retén policial cerca no tenemos forma de cuidarnos”. El edificio de Aldaz tiene 24 departamentos, 16 suites y 16 locales comerciales. Dos guardias vigilan la edificación todos los días.
María Nolivos, propietaria de una tienda de víveres desde hace 15 años, no tiene guardias ni rejas en su negocio, “quizás por eso me han robado”, dice. La mujer de 30 años admite haber sido víctima de los delincuentes en tres ocasiones. “Cuando llegué con mi negocio, este sector era tranquilo; después cuando esta se convirtió en una zona comercial, la gente ajena al barrio vino a robar”.
Esta opinión es confirmada por María Herrera. En su casa funciona también su negocio de guatita y papas con cuero. “Me da miedo salir de mi casa. El local solo está abierto hasta las 19:00, porque después empiezan a llegar los ladrones y no hay policías que hagan patrullajes para evitarlo”, afirma la mujer de 75 años.
Herrera es una de las moradoras más antiguas de El Inca. “Yo vivo en este barrio desde que tengo uso de razón. Antes salir a la calle en la noche era una distracción, porque una se encontraba con los vecinos. Ahora salir representa un peligro, una se expone”.
César Gualoto, otro de los moradores, dice que hace siete años se decidió crear un comité con los moradores de algunas calles, especialmente la calle Miguel Gaviria, por los problemas delictivos que se presentan en el sector. “Nos autofinanciamos para adquirir 65 alarmas comunitarias”.
Además de esto, muchos de los barrios de Quito han optado por cerrar sus calles. “Colocamos puertas con guardias para que nos cuiden. Es nuestro derecho aunque las ordenanzas municipales lo impidan”, añade.
Otra de las normas establecidas en los barrios tiene que ver con las mascotas. Al igual que en los condominios, los dueños de perros deben preocuparse por lo que hacen sus mascotas. Si salen a pasearlos, los animales deben llevar puesta la correa y el dueño tiene que limpiar los excrementos.
Asimismo, el respeto por los espacios públicos internos es un tema clave para la convivencia. Muchos de los barrios tradicionales de Quito cuentan con parques infantiles que incluyen canchas de uso múltiple. “La preocupación del presidente del barrio apunta al cuidado de los accesorios. Lo que más suele ser robado son los aros de basquetbol. Si eso sucede hay que poner nuevos”.
Derechos
Tener privacidad en cada una de las casas que integran un barrio. Exigir que los vecinos respeten las normas de cada propietario pero llegando a acuerdos entre ellos.
Como norma de seguridad, los residentes de un barrio pueden solicitar la presencia de guardias privados. Esto es permitido pero deben ser pagados por el barrio.
Una de las reglas de la buena vecindad es que la gente viva sin prejuicios ni discriminaciones. Las personas deben entender pensamientos y opiniones distintos entre sí.
Obligaciones
Mantener limpia las aceras y los ingresos de cada vivienda. Los barrios , especialmente los residentes más antiguos, preparan mingas para mejorar el ornato de la calle.
El cuidado de los complementos como juegos infantiles y canchas de uso múltiple. Se debe encargar al presidente del barrio el control del buen uso de los accesorios.
El cuidado con los ruidos molestos es otro de los puntos para una buena convivencia. Si se realizará una reunión social se deben evitar los excesos, sobre todo en la noche.