La comunidad indígena de Nizag amplió su oferta turística

Los viajeros del tren llegan cada fin de semana. Una actividad preferida es la toma de fotografías. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Los viajeros del tren llegan cada fin de semana. Una actividad preferida es la toma de fotografías. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Nuevos emprendimientos se sumaron a los atractivos de la Nariz del Diablo. Nizag ahora es parte del proyecto. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Un original museo que imita las casas tradicionales de Nizag, una comunidad indígena de Alausí, es la nueva atracción en la estación de la Nariz del Diablo. Allí, artesanas, guías nativos y otros comuneros comparten con los turistas su gastronomía y sus costumbres tradicionales.

Dos jóvenes acompañan a los turistas que llegan los miércoles y fines de semana en la ruta que promociona Ferrocarriles del Ecuador. Ellos los reciben con bailes autóctonos y luego ofertan sus productos artesanales, como bolsos, prendas de vestir, pan recién horneado, jugo de caña extraído en trapiche, entre otros.

“El atractivo natural de nuestra comunidad y nuestras tradiciones que compartimos con los extranjeros son nuestras fortalezas. El proyecto recién empieza pero tenemos expectativas muy altas”, cuenta Ángel Fernández, un guía nativo y líder de los jóvenes.

La gente de la comunidad edificó en enero del año pasado el museo y para ello utilizaron técnicas ancestrales de construcción. Por ejemplo, las paredes están hechas con bloques de barro cocido y el techo tiene un recubrimiento de esteras de caña.

Los viajeros del tren llegan cada fin de semana. Una actividad preferida es la toma de fotografías. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Dos guías nativos, quienes visten sus atuendos originarios, explican a los visitantes sobre sus costumbres y modo de vida. El recorrido no tiene costo, pero es el ‘enganche’ para que los viajeros compren sus recuerdos en los emprendimientos.

En el primer piso del museo, Juana Mendoza y otras tres mujeres extraen jugo de caña en un antiguo trapiche. Además, ofertan chaguarmishqui, una bebida que se obtiene del penco morado que crece silvestre en esa zona.

“Hemos aprendido mucho de nuestra propia cultura al difundirla a otras personas. Algunos conocimientos ya se estaban perdiendo”, dice Mendoza.

Las mujeres no invirtieron dinero en el emprendimiento, pero sí trabajaron durante varias semanas para cosechar cañas de alta calidad y movilizaron el pesado trapiche -de más de 80 años de antigüedad- que estaba almacenado en una vivienda de la comunidad.

Un grupo de mujeres de Nizag se organizó para ofertar jugo de caña, extraído en un antiguo trapiche. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

En la segunda planta están instaladas las mujeres de la Asociación de Artesanas de Nizag. Ellas manufacturan bolsos de diversos estilos y decoraciones para el hogar, que se venden como souvenirs.

Las materias primas de las artesanías son las fibras de cabuya, que también se obtienen de los pencos. Las mujeres tejen los hilos hasta formar textiles muy resistentes.

“Toda la vida hemos tejido, nos enseñaron nuestras madres y abuelas. Pero esta es la primera vez que vendemos nuestras artesanías a los visitantes. Queremos mejorar nuestra situación económica”, dice Paulina Vacacela, una de las artesanas.

La venta de pan de dulce recién horneado es otro emprendimiento reciente. Tres mujeres se organizaron para iniciar el pequeño negocio; ellas invirtieron USD 35 en la compra de los ingredientes para la preparación.

El pan de dulce en horno de leña es una de las recetas más populares en la comunidad. Se comercializan porciones desde USD 1.

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