En la provincia de Imbabura, el oso andino tiene padrinos

Una campaña de apadrinamiento se cumple en Imbabura. El oso comparte el territorio con los karanki. Foto: cortesía Andrés Laguna/ Archivo/ EL COMERCIO

Una campaña de apadrinamiento se cumple en Imbabura. El oso comparte el territorio con los karanki. Foto: cortesía Andrés Laguna/ Archivo/ EL COMERCIO

Una campaña de apadrinamiento se cumple en Imbabura. El oso comparte el territorio con los karanki. Foto: cortesía Andrés Laguna/ Archivo/ EL COMERCIO

Para los indígenas Karanki, cuyo territorio está ubicado en Imbabura, el oso andino es considerado como un hermano mayor. Por eso, a este animal silvestre le tienen reverencia y respeto.

Así relata el biólogo Juan Yépez, director ejecutivo de la Fundación Big Mammals Conservation (BMC).

Esta organización ambientalista conjuntamente con los clubes Themis Nature de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, sede Ibarra; y Allpa Mashikuna de la Universidad Técnica del Norte, impulsan una campaña de apadrinamiento de este mamífero.

El objetivo es que estos amigos de los osos aporten con USD 30, por una sola vez, para reforestar con árboles nativos una zona que dividirá el área de la montaña en donde viven los osos con la del Mirador del Oso, ubicado en el cantón Pimampiro.

El proyecto lo inició hace una década Danilo Vásquez, propietario de una finca que visitaban continuamente los osos. Contrario a sus vecinos, para este parabiólogo los mamíferos no representaban una amenaza, sino un potencial para atraer el turismo.

El abuelo de Vásquez le contaba que hace 40 años había muchos ejemplares, pero que se alejaron al ser víctimas de la caza. Sin embargo, en el 2010 regresó una pareja. Ahora son 32 individuos.

El campesino tiene capacidad para identificar a cada uno. “Cuando llega un nuevo ejemplar es un momento de alegría. Eso permite saber que el ecosistema es saludable”.

Cada uno tiene un nombre. El último en llegar fue Pablo, uno de los mamíferos más grandes. Los apelativos buscan que los osos se vuelvan familiares para los vecinos, visitantes y padrinos.

“Ser achi taita -padrino- es una responsabilidad grande, que dura hasta la muerte”. De esta manera advierte Roberto Conejo, encargado de la Subsecretaría de la Demarcación Hidrográfica Mira, que es uno de los benefactores.

Hay presencia del oso andino en cinco países de la región. Conejo señala que en Perú hay fiestas como la del Señor de Quyllurit’i, cuyo personaje central es el ukuku. De acuerdo con el mito andino, este ser es hijo de una mujer y un oso.

En Imbabura, los ejemplares protegidos son una oportunidad para crear conciencia de conservación. La idea es que las personas aprendan a coexistir a largo plazo con esta especie. Así señala el biólogo Andrés Laguna, técnico de la Prefectura de Imbabura, que colabora en el proyecto.

El objetivo es no afectar a estos animales, que históricamente han compartido el territorio ancestral de los karanki, que se extiende entre las montañas de Ibarra y Pimampiro.

Laguna señala que hay experiencias ejemplares de iniciativas de conservación en comunidades indígenas, como Angochagua, considerada una suerte de capital de los karanki. Destaca su programa de monitoreo de fauna silvestre.

Sin embargo, Imbabura es una de las zonas de mayor conflicto de interacción entre el ser humano y los animales, como el oso y el puma. Esas y otras especies, como el tapir, han sido identificados durante los estudios.

A escala nacional el conflicto de ataques al ganado por el oso andino ha ocurrido en 10 de las 14 provincias del país.

La Prefectura de Imbabura desarrolla desde el 2014 proyectos de investigación de esta especie. Se ha podido identificar a 95 individuos.

Laguna explica que 38 000 hectáreas en Imbabura son el área idónea para la vida de los osos. Una de ellas es la cordillera oriental, que atraviesa Pimampiro e Ibarra.

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