Los negros, las ñustas y las doñas bailan y beben en el patio de la casa del caporal Washington Masaquiza. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
La fiesta de los caporales en Salasaka fue un éxito. Los indígenas de las 18 comunidades de esta parroquia del cantón Pelileo participaron de los rituales ancestrales. Ellos bailaron, bebieron y se alimentaron en los tres días de festejo.
En esta celebración, los caporales hacen una representación de la resistencia de los negros e indígenas de Salasaka contra de la opresión de los españoles. Según datos de los organizadores, en los tres días de fiesta concurrieron alrededor de 1 000 personas, entre indígenas, mestizos y extranjeros.
Además de visitantes de las provincias cercanas a Tungurahua. Washington Masaquiza viajó desde Galápagos para ofrecerse como prioste en la tradicional fiesta autóctona. Invirtió USD 20 000.
Este joven artesano, de 27 años, comentó que una parte del dinero la reunió con el apoyo de su esposa, Maritza Jerez. Los jóvenes comercializan artesanías y ropa en el archipiélago.
“Como caporal tengo el poder de ordenar a todos lo que me acompañan. Además, de servirles un bocado de comida en mi casa o que lleven a sus familiares luego de los actos programados en los sitios sagrados”, dijo Masaquiza.
Dos de los seis cuartos de la vivienda de este prioste fueron readecuados para acopiar las canecas con chicha, pocillos con ensalada, baldes llenos con presas de cuy, conejo y gallina. En un extremo de la construcción de bloque se adecuó un fogón de leña.
En la cocina artesanal se colocaron las ollas con el caldo de gallina y las papas. Los primos, tíos, sobrinos y hermanos de Masaquiza se encargaron de repartir los alimentos a decena de comensales.
En recipientes plásticos sirvieron una porción de papas, una presa de gallina o conejo y ensalada. Los niños se encargaron de repartir un vaso de chica de maíz a los visitantes. “No queremos que se pierda esta actividad ancestral de nuestro pueblo. Por eso, nos ayudamos entre todos para que salga bien y poder disfrutar”, comentó el artesano.
Los recursos también se usaron para el alquiler de la banda de pueblo, el discomóvil y los recuerdos. El grupo de artistas también recibió su refrigerio. Otra parte se invirtió en la confección de la vestimenta del caporal y los trajes de un grupo de negros (hombres indígenas vestidos de blanco y pintados sus rostros de negro), las doñas (mujeres) y las ñustas (reinas del sol) de la familia.
Lorenzo Moreta y Henry Masaquiza también se ofrecieron como caporales de la comunidad Chilcampaba, en el sur de la comunidad. Los priostes gastaron entre USD 15 000 y USD
18 000 para la celebración. Moreta contó que una parte de los recursos la obtuvo de sus ahorros y la otra fue el aporte de su familia. El joven, de 25 años, se desempeña como ejecutivo en una de las cooperativas indígenas de Ambato, en Tungurahua.
“Hicimos minga en la familia y cada uno me colaboró con un quintal de papas, maíz y gallinas. Algunos vecinos también me entregaron su ayuda y les estoy muy agradecido por ser parte de la recordación”, recalcó Moreta.