Una gota de sudor resbaló por la frente de Salvador Ragusa, de 21 años. La sala estaba llena: la dama de amor con su vestido rojo, los testigos de los novios, los ‘guerreros’ y voluntarios de la Fundación Jóvenes Contra el Cáncer, los funcionarios del Registro Civil.
El calor se sentía en las manos pegajosas, en las camisas aferradas al cuerpo, en los rostros enrojecidos. Hace seis meses, el 10 de junio del 2013, Ragusa sintió un calor más fresco, en la tierra de sus suegros.
Quería sorprender a Eliana Salinas, de 23 años, que ayer se convirtió en su esposa. Con un poco de locura, como dice, tomó 10 sacos de aserrín y junto a su familia política dibujó un corazón y un ‘Te amo‘ en el terreno en Sígsig (Azuay).
Prendieron la figura con fuego, desde la carretera se veía el humo. Salinas no imaginó que el joven venezolano, de quien se había enamorado el 5 de febrero del año pasado, había dejado su tierra para ver si se casaban.
Ese día, su novio no había escrito, ni llamado. Desde el momento que le conoció en el Bionic Fashion Week, evento en el que desfilaron más de 26 chicos de 10 países con prótesis biónicas a causa del cáncer, no perdieron el contacto.
Skype en las noches, Facebook y redes sociales durante la mañana. Toda la familia sabía lo que pasaba ese 10 de junio. Todos menos Eliana. Regresó a ver, después de bajarse del carro, y estaba allí. La misma sonrisa que se dibujó ayer, estaba pintada en sus labios.
Ragusa y Salinas se conocieron por el cáncer. Los dos padecían un osteosarcoma (cáncer a los huesos) en sus piernas, que les dejó una mutilación.
A ella sobre la rodilla de su pierna izquierda y a él, su media pierna derecha. Ahora dicen que son un equilibrio.
Hace dos años Ragusa dejó el tratamiento. Los médicos dijeron que “ya no tenía cáncer“.
Mientras Eliana, desde hace seis años dejó las quimioterapias, medicamentos y no volvieron a operarla. También le dijeron que se había curado.
Él mide 1,83 metros, le pasa con más de una cabeza a Salinas y la aprieta a su cuerpo para protegerla. En la sala de matrimonios del Registro Civil, en Quito, se escuchó el Danubio Azul. Comienzan a bailar, ella gira con sus zapatos blancos de plataforma, no estaba segura si podría usarlos. Se susurran palabras, se dan un beso. La música y el baile fluyen, las prótesis no incomodan sus pasos.
Desde noviembre, él vive en Sígsig. No le permitían contraer matrimonio si no pasaba 75 días en Ecuador. Dormía en el cuarto del hermano mayor de ella. Todos los días salía a trabajar con una contadora, mientras Salinas se quedaba en casa. Almorzaban juntos y después él la acompañaba al trabajo, en la Notaría 1 de Sígsig. Los días que ella no se podía poner la prótesis, le llevaba el desayuno a su cama.
Hoy ya están en su nuevo hogar. Arrendaron una casa de un piso en la tierra natal de Salinas. Ragusa, hijo único, dejó a sus padres para vivir con la chica a la que dedicó casi todas las canciones de Axel, y que le conquistó por ser “reservada”.
A él le diagnosticaron cáncer a los 17 años, a ella a los 15. Los dos pasaron por cirugías, quimioterapias, amputaciones.
Los síntomas fueron similares. Tuvieron una hinchazón, él en el pie, ella en la canilla. Eran tumores malignos. Para tener una vida ‘con calidad’ aceptaron las cirugías. Para ella fue un alivio, había atravesado por 12 operaciones. La primera prótesis que le colocaron no resultó, se le infectó la pierna, tenía que realizarse curaciones todos los días. Un día se cansó y solo decidió mutilación.
P ero esos son solo recuerdos. Los ojos cafés claros de él y oscuros de ella sonríen, coquetean. Los nervios desaparecieron desde que firmaron los papeles, dijeron los votos y se colocaron los aros hechos por un primo de ella.
E n la mañana, después de desayunar, salieron para arreglarse.
Salvador no tenía terno, porque inicialmente la boda iba a ser pequeña y en Guayaquil.
E n una peluquería, a Eliana la peinaban y maquillaban. Su mamá, costurera, diseñó su vestido. Una hora después, los dos dejaron el Registro Civil y detrás de ellos los ‘guerreros’…