La XIV Bienal dialoga con la noción de pluralidad

Pabellón negro, del mexicano Jorge Méndez, parte de la muestra ‘Imperios de lo plural’. Un cerco de estantes del libro ‘Antología del vacío’, con citas sobre el bloqueo de escritor. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO

Pabellón negro, del mexicano Jorge Méndez, parte de la muestra ‘Imperios de lo plural’. Un cerco de estantes del libro ‘Antología del vacío’, con citas sobre el bloqueo de escritor. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO

Pabellón negro, del mexicano Jorge Méndez, parte de la muestra ‘Imperios de lo plural’. Un cerco de estantes del libro ‘Antología del vacío’, con citas sobre el bloqueo de escritor. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO

La noción de juego y de interacción está presente en obras como 3 Secciones, del artista estadounidense Marcius Galán, un cubículo blanco que parece dividido, atravesado a lo alto y ancho por tres láminas de vidrio verde. El espectador curioso descubrirá que las láminas son una ilusión óptica, pero aun así vacila y teme chocar con los vidrios inexistentes.

La obra del artista, cuyo trabajo juega con los frágiles límites de la no existencia, el no funcionamiento, el no equilibrio, hacen parte de ‘Imperios de lo plural’, una muestra especial de la Fundación Colección para las Artes Cisneros Fontanals (CIFO) para la edición XIV de la Bienal de Cuenca, inaugurada la noche del pasado viernes en la capital azuaya. ‘Imperios de lo plural’ ocupa la sede del Museo de la Ciudad (Escuela Central), incluso con instalaciones exhibidas en la sala de osamentas de ese repositorio.

La pluralidad, la noción del arte como una experiencia vivencial capaz de incluir, que alienta la diversidad y la coexistencia, se plantea de forma crítica en el título de una exposición especial donde lo plural se vuelve imperio -al menos de forma denominativa-, y en contraposición con la forma positiva en el que el concepto aparece en el título general de la muestra oficial.

‘Estructuras vivas, el arte como experiencia plural’ es el título de la actual edición, que permanecerá abierta hasta el 3 de febrero del 2019 en 25 espacios de la ciudad de Cuenca, con la participación de 46 propuestas -53 artistas de 17 países- en la muestra oficial. El evento cuenta además con dos exhibiciones especiales, cuatro paralelas e iniciativas satélites de gestores independientes que montaron sus propias exhibiciones.

La idea del contacto y la generación de vínculos interpersonales cumplen una función preponderante en esta edición, según el curador de la muestra, el venezolano Jesús Fuenmayor. La conceptualización curatorial de la Bienal surgió, sobre todo, como una referencia a la pieza ‘Estructuras vivas’ (1969), de la artista brasileña Lygia Clark (1920-1988), que hace parte de la muestra oficial del certamen.

En los 70, la artista brasileña renuncia a la escultura y a la pintura, en lo que se ha llamado el abandono del arte de Lygia Clark, y comienza a producir sus ‘proposiciones’, una serie de objetos e instalaciones elaborados con materiales sencillos. En ‘Estructuras vivas’, que se exhibe en la Casa de la Bienal de Cuenca, usó ligas elásticas para tejer estructuras -un tramado de bandas de goma anudadas- que cambiaban a partir del juego del público.

La gente descubre otra manera en que se puede relacionar a través del arte, porque en el juego hay siempre una invitación a crear relaciones distintas, apunta el curador de la Bienal, quien explica que quiso apartarse de la asunción del arte como vehículo de admiración -una noción implantada y replicada a partir del modelo europeo del museo- y ponderar el arte como relación y experiencia vivencial -la respuesta del contexto cultural latinoamericano-.

Lo vivencial es clave en términos de pluralidad, dice Fuenmayor. “En Latinoamérica hemos aprendido a vivir el arte en carne propia, como una respuesta diferente a la tradición europea, pues seguir cambiando los patrones de belleza no nos lleva a ninguna parte”. Y en la semana inaugural del certamen, la performance en los espacios públicos cobró relevancia, involucrando al público con las acciones artísticas.

El ecuatoriano Santiago Reyes, que protagonizó cinco presentaciones con distintas piezas, encadenó tres performances en el Teatro de la Casa de la Cultura -bailó al ritmo del sonido de su corazón, estableció un dialogo con su sombra y terminó en una cornisa de la fachada del edificio sobre el que se proyectó un video con el movimiento de sus ojos-.

Fuenmayor apunta que con el título de la muestra especial, que también contó con su curaduría, quiso llamar la atención acerca de que “lo plural a ultranza se puede volver en contra” de la propia sociedad. “La diversidad en sí misma no es garantía de que el arte produzca una experiencia significativa –agrega–.

La calidad es subjetiva, lo importante es que las obras de arte contemporáneo produzcan una experiencia significativa para la gente, que el público le encuentre un sentido, aunque sea que no les guste ese sentido”.

Cristóbal Zapata, director ejecutivo de la Fundación Municipal Bienal de Cuenca, explica que la mayoría de las obras de la muestra oficial surgen del diálogo de los artistas con la ciudad y del diálogo con la gente: vecinos, ebanistas, ceramistas, obreros, académicos e investigadores, quienes colaboraron en la realización de las obras, en términos de producción o de instalación. “La ciudad no es solo el contenedor y soporte de los proyectos artísticos, sino el gran tema y contenido o, cuando menos, el agente secreto del certamen”, apuntó.

La española Patricia Dauder, quien trabaja el tema de la vulnerabilidad y la fragilidad a partir de sus propias experiencias, produjo 30 piezas de cerámica negra con un artesano local, que se exponen en el Museo de Arte Moderno.

Mientras que en el Museo de las Conceptas la artista exhibirá las piezas de cerámica que trajo de su taller de España, ‘Los palos del tiempo’, y que dejó enterradas por varias semanas en el jardín del propio museo.

Lo plural incluye la mirada del otro. Y ese también es el caso de la propuesta de la colombiana Leyla Cárdenas, quien trabaja a partir de una realidad de la ciudad, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Como los propietarios de ciertas casas patrimoniales no pueden derrumbar sus inmuebles por ley y como, en muchos casos, tampoco obtienen recursos estatales para restaurarlas, “la gente ha descubierto métodos para que las casas que están en muy mal estado se deterioren más rápidamente”, explican desde la curaduría. Uno de los métodos es aplicar agua a los muros, de forma sistemática, hasta que se derrumban solos.

Cárdenas tomó una fotografía a una fachada de pared desnuda, a punto de caerse, con unos puntales que la sostienen. La fotografía fue impresa en seda en un gran formato de cuatro metros de largo y luego le quitó a la seda los hilos verticales –un trabajo de meses-, de manera que al quedar solo hilos horizontales la imagen se vuelve diluida y fantasmagórica. Y resulta que es la seda –el fantasma de la casa– la que sostiene al puntal. La pieza se exhibe en el Museo Municipal de Arte Moderno, que acoge las obras de 20 artistas.