La reactivación del Cotopaxi y el más que probable fenómeno de El Niño traen aparejados otros ángulos que, aunque no tienen la coyuntura de estos eventos, al final son de primordial importancia para los ciudadanos.
Sin discusión: con el cambio de paradigma por causa de la globalización, los multiespacios han ganado terreno en las ciudades -no solo en las metrópolis- y se han convertido en los nuevos templos, en los cuales se agrupan los ciudadanos para satisfacer sus necesidades, sus gustos o sus extravagancias .
La situación actual es tan clara que no admite ninguna discusión: la inseguridad se ha convertido en uno de los azotes -talvez el principal- de metrópolis y pueblos.
Los indicadores económicos apuntan a que puede haber un freno en la construcción del país. Esa perspectiva preocupa, pues más del 10% de la actividad económica ecuatoriana tiene relación con el sector constructivo.
En cuestiones de arquitectura de alta gama nada está escrito. Siempre existe una propuesta más sofisticada, una torre más alta, un diseño que rompe con los esquemas... al que, como dicen los arquitectos de la generación, solamente le falta hablar.
Así ha sido siempre. Los mejores inventos han tenido relación con su uso utilitario; con su aporte directo al desarrollo de las actividades humanas.
Solo cuando a alguien le suceden las cosas se da cuenta de las carencias que soportan las ciudades. Falencias que en especial perjudican a las personas que tienen algún impedimento físico-motor o de otro tipo.
Conservar el patrimonio edificado no es guardar la plata en saco roto: es una verdadera inversión que, bien planificada, retribuye ganancias a los municipios. Y en algunos rubros, principalmente en el sector turístico.
La jardinería está dejando de ser un pasatiempo de jubilados o un ‘hobby’ de fin de semana. En la actualidad, se ha convertido en uno de los remedios de última data para frenar a ese enemigo silencioso que es el estrés.
La contaminación es uno de los males que aquejan a una metrópoli. Y no solamente se trata de la polución atmosférica, que asfixia y enferma; también están presentes la contaminación visual y auditiva... Quito sufre de las tres por igual, aunque en diversas gradaciones. Ya es común divisar sobre la ciudad un gran manto espeso, como de neblina, que hace que todo se vea como tras una inmensa cortina de tul. Desde el valle de Los Chillos, la visión de esta capa de dióxido de carbono impresiona e intimida. Todos los ciudadanos conocemos las causas y los efectos del fenómeno. Teóricamente, también sabemos cuáles son las soluciones, que se vuelven casi utópicas en el momento de aplicarlas. Pero esa no es la única contaminación que atosiga a los capitalinos; el ruido es otro tormento cotidiano. Quito es quizá una de las ciudades con más contaminación auditiva. Los conductores pitan sin aparente motivo; los choferes de los buses de servicio urbano atormentan a los usuarios con las radios a todo
Víctor Vizuete E. Editor vvizuete@elcomercio.com
La realidad tiene varios rostros. Vivimos la época de los rascacielos de mayor altura y volumen; de los puentes y los túneles más largos; de las construcciones ‘high tech’; de los edificios inteligentes a los que solo ‘les falta hablar’...
Cuando se trata de proteger el patrimonio familiar, especialmente la vivienda, blindarla contra los robos debería ser una práctica de rigor. No obstante, apenas el 30% de los ciudadanos toma alguna medida para proteger su inmueble de la acción de los ladrones. Las casas vacías o sin vigilancia son las preferidas por los delincuentes para cometer sus delitos. Por esa razón, simular que la casa está ocupada debe ser la primera práctica antes de viajar (ahora que está cerca la Semana Santa) o hasta salir de visita a los padres, a la suegra o a los hijos. Desde el exterior, el inmueble nunca debe parecer deshabitado. Por eso, conviene mantener las persianas subidas, dejar prendas de ropa tendidas y, si está en condiciones de hacerlo, instalar un dispositivo electrónico que permita programar varios temporizadores para que las luces, la televisión o la radio se enciendan y se apaguen de manera periódica. Estos aparatos, al contrario de lo que la mayoría piensa, no cuestan un ojo de la cara.
Las ciudades, como los seres humanos, también siguen un ciclo parecido al de nacer, crecer, desarrollarse y morir; con una excepción: pueden salvarse de la muerte si se transforman y se adaptan al paso de los tiempos.
La globalización y la sociedad de consumo diagraman las ciudades actuales. Las urbes se han convertido, como objetos del turismo de masas, en espacios comerciales.
Los quiteños -y ecuatorianos en general- somos fachadistas; es decir, cuidamos mucho de las apariencias exteriores y descuidamos lo interno.