Una película rodada en cuatro días, con un teléfono móvil, sin contacto físico con los actores. Fue la hazaña del cineasta Obi Emelonye en plena crisis del coronavirus, que golpea a la industria cinematográfica nigeriana, una apuesta a imagen y semejanza de Nollywood, mezcla de “optimismo obstinado” e ingeniosidad.