Es más que un pasatiempo. Mientras algunos gustan del fútbol o de un libro, hay quienes prefieren el vibrar de una guitarra o el golpeteo de una batería. Son quienes entienden el lenguaje de los pentagramas y acordes. Para ellos, la música es, en definitiva, su válvula de escape.
El contacto con la música de Micaela Unda, de 18 años, empezó antes de nacer. José Luis, su padre, solía acercarse al vientre de Lorena, su esposa, y cantarle. No es coincidencia que sus tres hijos tengan conexión con este arte.
José Luis, quien aprendió a tocar el piano a los 14 años en la iglesia, admite que la música le corre por las venas. Además de la guitarra, es hábil con el bajo y la batería. Micaela, quien estudia teatro e inglés, entona la guitarra y canta.
Victoria, de 12, toca el bajo; y Elías, de 9, la batería. El menor -admite el padre- es quien más ritmo musical tiene. Aprendió a tocar la batería a los 6 años y medio.
Hacen música en familia, repasan covers, en especial de rock latino. José tiene una compañía de distribución de productos de salud y nutrición. Ellos no viven de hacer música. La música les da vida.
Omar, el compositor Hace 20 años fue la primera vez que Omar Andrango, de 36, tocó un instrumento musical. Fue la guitarra y no lo hizo para interpretar melodías de moda, sino para dar vida a sus propias creaciones. Además de músico es compositor, ha escrito más de 30 canciones.
En 2019, mientras estaba desempleado, pensó en el proyecto de tener su propia banda. Pulió algunas de sus letras y arrancó.
Se puso en contacto con el bajista Esteban Vera (44 años) y su cuñada, la vocalista Ana Dávila (33). Así, lo que empezó como una tocada en casa para la familia fue agarrando fuerza. La banda se llama Collider’s Paradox. Hacen una fusión de rock, metal y punk.
Luego vino la pandemia. Durante la cuarentena, Omar comenzó a aprender producción musical y manejo de equipos. A distancia, lograron grabar tres canciones. Como no podían reunirse por el riesgo al contagio, cada quien grababa su parte y luego se la mandaban a Omar, quien hacía uso de sus flamantes conocimientos.
Él trabaja en la Fundación Museos de la Ciudad e instaló un espacio de grabación en la casa. Los últimos dos años han invertido en equipos de producción, como micrófonos, interfaces y monitores.
La música es lo que mantiene cuerdo a Omar, quien aparte de la guitarra toca el bajo y el sintetizador. Siempre supo que este es un arte fundamental para desarrollar la inteligencia y la emotividad.
Por eso cree que más personas deben intentar tener una banda. No es tan difícil ni costoso como podría pensarse. El conocimiento de la Internet es un aliado y, dependiendo del género, con cerca de USD 2 000 se puede tener un sistema casero. El resto -dice- depende del talento y las ganas.
Ingeniero y bajista
Julio Erazo, de 50 años, es ingeniero en Sistemas y trabaja en la Escuela Politécnica Nacional. Toca el bajo hace 15 años. Decidió aprender porque cuando nació su hija quiso que creciera en un ambiente musical. Su formación ha sido totalmente empírica.
Entre sus planes no estaba conformar una banda, pero cuando empezó a perfeccionar su técnica, un amigo le propuso que se uniera a un grupo de black metal.
Le gustó el ambiente y la gente, por lo que ha formado parte de varios grupos. Ahora pertenece a Nebuxys, Enigmatic Spirit y Exu. La música es su motor.