La lucha por el poder ha estado, desde siempre, asociada con intrigas, traiciones, trampas y toda clase de bajos sentimientos como el odio, la envidia y el desprecio. La necesidad de poder participa, en mayor o menor grado, de una enfermedad llamada megalomanía. No todo en la lucha por el poder es confrontación de ideas, propuestas y estrategias, ganar una elección es, ni más ni menos, humillar o destruir a los competidores.
Hay un lado turbio de la política que se manifiesta en los chismes, delaciones, espionaje y filtraciones que hacen las delicias del público porque vivimos tiempos de cinismo. Ciudadanos ordinarios que exhiben sus miserias en las redes sociales y en los programas televisivos de farándula, tienen público masivo, cómo no ha de ser popular la política sucia que muestra a los poderosos políticos como seres ordinarios que pueden ser sorprendidos como tontos, sospechosos o ridículos.
El juicio político a la presidenta del Consejo Nacional Electoral ha dejado traslucir ese aspecto turbio de la política. Ha puesto al descubierto que los personajes sabios y buenos, elegidos por las principales instituciones del Estado para garantizar un proceso electoral transparente, eran incapaces de ponerse de acuerdo en nada, se despreciaban unos a otros y estaban dispuestos a enlodarse mutuamente en los medios. Entre cinco sabios y buenos habían logrado organizar una olla de grillos y se han dado modos para pegarse un tiro en la nuca, nadie puede imaginar ahora que sean capaces de garantizar un proceso electoral limpio.
El asambleísta Ángel Gende dice que los vocales del Consejo Electoral pretenden que la Asamblea Nacional resuelva sus pleitos internos mediante el juicio político y, como solución salomónica, proclama: que se vayan todos. Cualquiera sea el resultado del juicio político, no resolverá los problemas del organismo electoral.
Lo que está en juego es el control del proceso; como si importara, más que ganar las elecciones, ganar el control del conteo de los votos. No es absurdo, si se considera que en la anterior elección presidencial se denunció fraude y no han cambiado las condiciones en que se realizará la próxima.
Un Consejo Electoral controlado por un solo partido como el que fue montado por el régimen corrupto de la revolución ciudadana, fue reemplazado por un organismo integrado con representantes de los partidos más grandes del país. Parecía que se controlarían unos a otros para evitar los modales autoritarios y la manipulación de los resultados electorales. En lugar de eso lo que tenemos es una confrontación, a dentelladas, que contribuye a difundir la mala fama de los políticos. Por si sirve de consuelo, es una práctica muy antigua porque desde que nació la democracia aparecieron también los demagogos a quienes Aristófanes les retrataba así: “Tienes todas las dotes que se requieren para ser un gobernante… Voz estridente, nacimiento bajo y modales callejeros. Eres el político perfecto”.