La Universidad Central del Ecuador está conmemorando un año más de fundación.
Durante su existencia ha ido acumulando conquistas académicas e histórico-sociales innegables. Su mayor logro, es sin duda, la posibilidad que ha brindado a miles de estudiantes de pocos recursos de acceder a la educación superior, contribuyendo a la nivelación y la equidad entre los ecuatorianos. En sus claustros se han formado prestigiosos profesionales en diferentes ramas del saber. Un sinnúmero de profesores de la UC ha hecho posible la creación y el funcionamiento de otros centros de enseñanza de tercer nivel. El valor y la trascendencia de la Universidad Central del Ecuador no fueron tomados en cuenta cuando fue evaluada por las instancias respectivas del gobierno anterior. La Universidad Central se resintió con esta medida y con la disposición de cambiar una y otra vez sílabos y documentos burocráticos, mientras se relegaban la investigación, el estudio personal, el intercambio de ideas, la creatividad y la libertad de cátedra.
Lo que se consiguió –dicho por un experto internacional −fue “interferir en el proceso vivo del conocimiento”.
El sometimiento de la Universidad a ciertas orientaciones y a la ideología estatal de la década anterior no le ha hecho bien, porque la academia no puede ir a la zaga del Estado; debe preservar su autonomía, rechazar las imposiciones tecnocráticas y mantenerse en la vanguardia del pensamiento.
El Alma Mater se ha dejado llevar por viejos conceptos que aún perduran en la conciencia ecuatoriana. Por ejemplo, mantener y difundir la ideología de un Estado-nación uninacional, ya superada por la comprensión histórica y la propia Constitución de Montecristi que declara al Ecuador país plurinacional.
La desigualdad de bienes y conocimientos, el abismo entre ricos y la pobres, entre ciudad y campo, están ligados a la inequidad histórica entre el Estado-nación y los pueblos indígenas.
Semejante olvido le resta a la Universidad Central conocimientos sobre la realidad social y determina que no exista una facultad o al menos una escuela dedicada específicamente a aquellos.
Algunos profesores en sus cátedras sí se refieren a uno u otro pueblo o civilización originaria. Pero en otros centros superiores sí se los abordan a través de la Antropología, la Lingüística, la Historia y los propios saberes originarios. En las universidades de post grado hay un buen número de tesis que rescatan sus valores culturales.
Es lamentable que la Universidad Central del Ecuador no brinde mayores posibilidades al estudio de la cuestión indígena, lo que equivale a su negación y olvido, contribuyendo a perpetuar el mestizaje forzoso y la extinción de culturas milenarias.