Otra vez el paÃs convulsionado, atontado. El gobierno enfrenta una tenaza de tres brazos musculosos: presión polÃtica, narco tráfico y descontento social. Ninguna es sencilla. Y cuando se juntan, le quitan el aire a cualquiera.
La presión polÃtica se expresa en la Asamblea, no exenta de luchas intestinas. Avanza lenta y sin escrúpulos una mayorÃa que se saciará solo con el poder total con aroma a impunidad. La foto de la piscina de Miami -por su conexión con negociados y pandillas- ensombrece la ruta correÃsta.
La presión del narco -angustia ciudadana más sentida- es ardiente y desgarradora. Su insignia diaria son los muertos y heridos. La guerra entre bandas, la disputa de liderazgo, el ajuste de cuentas están a la orden del dÃa. Buscan el terror paralizante. Para infiltrarlo todo y reinar.
El descontento social es el más complejo. Una serie de urgencias legÃtimas -diversas en dificultad, plazos, factibilidad- están sobre la mesa. Merecen tratamiento diferenciado y graduado, diseño de alternativas realizables. El nudo aparece cuando la violencia se vuelve lenguaje y los intereses turbios de poder se evidencian… Las nefastas AmnistÃas regaladas por 99 insensatos asambleÃstas aún nos pasan factura.
Los actores y las demandas aumentan. Momento delicado. Superable con sensibilidad, pericia polÃtica, compromiso social, legalidad, prioridades claras. Esta parte de la casa nunca ha estado ordenada. El diálogo se vislumbra y no faltarán mediadores. Pero hay que superar el ritual de plantear posturas cerradas y amenazas retóricas. Cualificar el diálogo, orientarlo a soluciones. Y enriquecerlo con seguimiento riguroso y transparente. Hay colectivos ciudadanos que pueden hacerlo bien. En 3 años, se puede hacer bastante.
Se ha hablado de posicionar ejes articuladores, de convergencia de actores. La seguridad -también pedido indÃgena- surge como el más significativo y convocante, mientras se trabaja el frente social en simultáneo. Se han dado primeros pasos que merecen continuarse.