En un país pacífico, sin mayores antecedentes como el resto de naciones del continente, se han juntado dos frentes que han provocado una alianza que induce al temor y al desconcierto ciudadano. Esto puede producir el colapso de una frágil democracia como la ecuatoriana. El crimen no fue descubierto en la Mitad del Mundo, ya que es parte de la historia mundial desde los tiempos bíblicos; pero inducirlo con premeditada planificación, si es una novedad. Mucho más, si se agrega a una debilidad política del sistema de nivel calamitoso. Debe presumirse que están conectados o son parte de una misma estrategia. Una especie de “cosa nostra” a la criolla.
Los dos factores, después de grandes convocatorias del futbol nacional e internacional, han producido una reacción ciudadana que en su desesperación considera que solo una mano dura podrá superar tan injusta situación.
Para esta conclusión han considerado los criminales y los desesperados legisladores hasta para un cambio de gobierno en un situación de zafarrancho. Ignoran estos golpistas que cuando se produjeron los quiebres internacionales en Brasil, Uruguay, Chile y Argentina el escenario histórico conocido como la Guerra Fría era la primera referencia mundial. En esas situaciones la persecución y aniquilación de los actores no eran delincuentes sino ciudadanos identificados por la ideología y la política que aspiraban a conseguir el poder por la vía violenta en forma de guerrilla urbana o de montaña, salvo Chile que fue por la vía de las urnas.
Con estos antecedentes si bien el temor de la comunidad nacional es comprensible, debe ser la oportunidad para que se produzca una madurez en sus percepciones nacionales y mundiales. Por ejemplo, no debe sorprender que a pesar de la agresión criminal de que es objeto el país, el presidente de la República sea casi condenado y destituido y en veinticuatro horas aplaudido. La política tiende en algunos casos a ser burlona, el problema consisteen averiguar quién se ríe.