La salud es la vida de los individuos y de la comunidad, su preservación constituye la obligación fundamental de toda autoridad, exige una implementación honesta y responsable, diametralmente opuesta a la manera proterva con que se la administró en el período de mayor corrupción en la vida del país.
No podemos olvidar la vileza de negociados que substrajeron mucho dinero del limitado presupuesto destinado a la salud, cuyos nocivos efectos se traducen en la desesperante carencia de medicinas en los hospitales.
En otras latitudes se han controlado estos infames ilícitos mediante comisiones reservadas, integradas con distintos especialistas, encargadas de calificar la idoneidad de las casas oferentes de medicinas e insumos, de verificar la calidad, los precios y la cantidad de los productos requeridos por todas las instituciones de salud, con un control eficiente que puede optimizarse, en nuestro medio, con la aplicación descentralizada del sistema nacional de salud.
Hoy nos ahoga la urgencia de solucionar la falta de medicinas y es necesario aplicar, como una medida emergente, el programa de “Externalización de Farmacias”, en el que la receta electrónica va incluida en la Historia Clínica digital de cada paciente y tiene un código de barras, en el que consta la institución de la que proviene, los datos de identificación individual, el cuadro clínico y el diagnóstico, señala el fármaco, la dosis, la frecuencia y la vía de administración. Existe una integración electrónica entre las áreas financiera y administrativa de los hospitales y las farmacias calificadas, lo que permite un estricto control computarizado del correcto despacho de los medicamentos y sus precios reales, de acuerdo a la normativa sanitaria. Es un mecanismo destinado a terminar con el desabastecimiento y con la caducidad (por adquisiciones excesivas), y se calcula que habrá un 30% de ahorro de los costos con relación a las adquisiciones públicas.
El país clama por soluciones y la planteada es una de ellas.