S. Darwall: “el razonador imparcial es desapasionado y se abstrae tanto de los intereses, compromisos, deseos y sentimientos de los demás agentes racionales, así como de sí mismo”. Esta conceptualización en su proyección sociológica no es absoluta, pues las inequidades de la sociedad obligan a resquebrajar la imparcialidad.
El “particularismo” no envuelve favoritismo sino guiar la conducta como respuesta a situaciones concretas que imponen “parcialidad moral”. Es reconocer las circunstancias del individuo que razona en reacciones distintas a las que se demandarían de no concurrir tales “circunstancias”. Juegan un rol preponderante la magnificencia y el altruismo. Esta “parcialidad” la define el Oxford English Dictionary como la “preferencia o disposición favorable hacia una persona; predilección; afecto particular”. Para el Diccionario de la RAE es “sociabilidad, afabilidad en el genio, para tratar con otros y ser tratados por ellos”. La parcialidad implica “ponderación” de factores paliativos de injusticias.
Los sentimientos humanos son la raíz de todas nuestras obligaciones morales (D. Hume). Los compromisos ético-sociales atribuyen un deber de parcialidad tendiente a atender los requerimientos – para/de – quienes la imparcialidad no es oponible. Hay sociedades que desertan de la ética teleológica – aquella de las causas finales – que exige equilibrio entre justicia y bienestar. Son las intrínsecamente inequitativas.
La imparcialidad, como método de racionalidad, opera cuando atiende a la satisfacción de las necesidades humanas, a la erradicación del sufrimiento humano innecesario, y a la armonización de las aspiraciones intrasubjetivas o intersubjetivas del hombre (H. Albert). Deberemos ser “parcializados” desde el instante en que la parcialidad obliga a favoritismos hacia la consecución de metas superiores.
La dicotomía entre parcialidad e imparcialidad social – hacia nuestros congéneres – va siempre atada de solidaridad comunitaria, que no es aquella entre iguales sino locontrario.