Es difícil entender la estrategia del gobierno, si es que tiene alguna, porque da la impresión de que improvisa, que no comunica su proyecto y que el Presidente está solo en el manejo de la comunicación. Para superar la incertidumbre hay que echar mano de hipótesis; los ciudadanos tenemos derecho a entender o suponer si no nos informan.
El Presidente ha decidido no aplicar la muerte cruzada a menos que sea absolutamente inevitable. En Loja marcó el límite que la haría inevitable: que la Asamblea intentara un juicio político al Presidente. Es un temor justificado el que le obliga a mantener la muerte cruzada sobre la mesa a pesar de su desgaste y su peligro.
Los más cercanos al gobierno en temas económicos, consideran impensable la muerte cruzada porque paralizaría la economía que la ven con buenos índices y perspectivas. Reserva monetaria de más de 9 000 millones, baja inflación, alguna recuperación de la economía, alto precio del petróleo, equilibrio fiscal, diez acuerdos comerciales y buenas posibilidades de inversión extranjera. En estas condiciones sería verosímil la posibilidad de invertir 14.000 millones de dólares en obra pública en lo que le resta de mandato.
Todas las posibilidades pueden desvanecerse si la crisis política se agrava y se pone en cuestión su permanencia en el poder. Resolver la crisis política sin la muerte cruzada podría ser el plan en marcha. Desacreditar a la Asamblea, azuzar a sus enemigos, Correa y Nebot, para utilizarlos como culpables de los males del país. El correísmo como responsable de la corrupción, el incremento del narcotráfico y la crisis de la justicia. El socialcristianismo como culpable de la violencia en Guayaquil, la desigualdad social y la impunidad de los correístas.
La estrategia incluye el lenguaje populista, el aparente rechazo a los ricos y el control del Cpccs. Para que el plan tenga éxito, solo necesita que sus adversarios sigan este libreto, los medios sigan dedicados a la crónica roja y el pueblo siga pasmado como hasta ahora.