Simón Bolívar falleció en 1830, a los 47 años de edad. Carlos Marx tenía apenas 12 años. Bolívar, gracias al coronel Hugo Chávez y a los creyentes del SSXXI, fue erigido en símbolo del socialismo bolivariano. Bolívar fue muy maltratado por Carlos Marx, cuando éste, en 1858, escribe un artículo titulado Bolívar y Ponte. Marx descalifica la independencia, y lo caricaturiza como un fingido, débil e incapaz, carente de cualidades, lleno de vicios, derrochador, atraído por ser vitoreado y halagado, con apetito de fama. Lo califica de: “canalla más cobarde, brutal y miserable”. “El Napoleón de las retiradas”.
En el pensamiento de Bolívar encontramos algunas señales de una preferencia por el sistema presidencial vitalicio. En el Congreso constituyente de Bolivia (1825) dijo: “El presidente de la República viene a ser en nuestra Constitución, como el sol, firme en su centro, da vida al universo”. Agrega que “esta suprema autoridad debe ser perpetua”. También dijo que “los nuevos estados de América antes española, necesitan reyes con el nombre de presidentes”, nos recuerda Juan Bautista Alberdi.
Bolívar, refiriéndose a las nacientes repúblicas, señaló: “No quieren monarquías ni vitalicios, menos aún aristocracia ¿Por qué no se ahogan en el estrepitoso y alegre océano de la anarquía?”.
En estos trazos de su pensamiento, se constata una insuficiente inclinación por la forma democrática de gobierno. Era un admirador del sistema monárquico y la estructura aristocrática del poder. En el mismo Congreso de Angostura habló de su preferencia por el Senado hereditario: “Si el Senado, en lugar de ser electivo, fuese hereditario, sería en mi concepto, la base, el alma de nuestra república”.
Simón Bolívar no fue lo que subrayan quienes lo han sacralizado y endiosado. Tenía una vocación por la libertad. Tampoco fue lo que Marx le atribuyó. Pero en su pensamiento, hay raíces del caudillismo y de una autoridad fuerte. Preciso es comprender su época.