Esta saga no se acaba nunca. Y cada vez se pone más interesante, pero también más tortuosa y más violenta. Cuando se trata de uno de los tantos mesías que ha parido este mundo es lógico que los ánimos se alboroten. Cuántas atrocidades, públicas y privadas, no se han cometido en nombre de la devoción que demandan los seres divinos (o que se creen divinos).
Me explico. Con los resultados del examen especial de Contraloría que se hicieron públicos este lunes y que sumarían una causa judicial más al CV de Rafael Correa, no se asombren de que en los próximos días vuelvan a llover palos y piedras en los alrededores de la Asamblea, la Contraloría, la Fiscalía o en algún sitio público donde los adoradores del expresidente decidan consumar sus rituales de consagración.
Él, el inmaculado. Él, el magnánimo. Él, el todopoderoso. Él, el infalible. Él, su pastor. Él, su mesías. Él. Él. Él. Porque antes de él: la nada. Porque después de él: el diluvio. Una vez que cualquier descreído de la fe correísta entiende que así es como lo ven sus devotos, se vuelve más fácil explicarse por qué actúan como actúan y dicen lo que dicen. Los caminos y las razones de la fe son inextricables.
Y no tiene caso exponer pruebas (como lo hizo Farith Simon el lunes en su columna de opinión para desmontar la campaña de victimización de Correa) ni argumentar con el sentido común por delante. Los dogmas de fe son eso: dogmas de fe, y no se discuten.
Lo sabe con detalle y a profundidad el fotógrafo noruego Jonas Bendiksen, quien acaba de presentar su ensayo fotográfico ‘El último testamento’, en Arlés, Francia. Desde el 2015 ha seguido a siete ‘profetas’ en distintos lugares del mundo, que a su criterio son “líderes con un discurso estructurado, una comunidad de creyentes considerable y una clara misión de evangelización”, según le dijo a El País de España.¿Les suena conocido?
Entre las características que comparten los mesías retratados por Bendiksen están: ninguno ha sido declarado clínicamente loco y todos tienen una cantidad de gente que les sigue con fe ciega. Van desde uno que tiene apenas dos discípulos -un taxista pirata de Zambia- hasta uno que cuenta con seis millones de fieles -vive en Filipinas, maneja un canal de tv y una universidad-. Uno decidió rebautizarse: Inri Cristo; otro tiene una feligresía mayoritariamente femenina; y algún otro, aspiraciones políticas internacionales: presidir la ONU para desde allí cambiar el mundo… Viven en Siberia, Japón, Brasil, Zambia, Gran Bretaña, Sudáfrica y Filipinas.
Alguien tendría que pasarle a Bendiksen el dato del Mesías de la Mitad del Mundo, el que creó una nueva medida del tiempo: a.C. (antes de Correa) y d.C. (después de Correa). Y habría que decirle que cuando no está de trotamundos predicando la palabra, lo puede encontrar en Bélgica. Amén.