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Tres millones de diferencia en un registro electoral de 146 millones solo significan que Brasil, de la misma manera que otras naciones del continente, tiene una comunidad política dividida en dos mitades casi iguales y con clara diferencia entre los estados pobres y los ricos. En el norte y noreste, el triunfo de Dilma Rousseff fue casi absoluto, mientras que en los estados de gran desarrollo económico del sur y sureste, la victoria correspondió a Aécio Neves. Además de los resultados, en favor de la democracia brasileña, hay que registrar la eficiente tecnología de los escrutinios que dio resultados reales –no estimados ni proyectados- a pocos momentos de cerradas las urnas. Esto permitió una pronta proclamación del triunfo y también una democrática aceptación de la derrota.
En estas circunstancias, la Presidenta vencedora, luego de la proclamación envió un primer mensaje que resume el periodista argentino Carlos Pagni en El País de Madrid: “Como candidata victoriosa pronunció un discurso que parecía redactado por Aécio Neves, su rival. Habló de cambiar, no de conservar lo conquistado. Anunció un acuerdo con los adversarios que, de repente, dejaron de ser los enemigos del pueblo. Propuso un acercamiento con los sectores productivos. Y se comprometió a reducir la inflación y buscar la estabilidad fiscal. “En América Latina no es novedad el cambio de contenidos o de prácticas antes y después del triunfo. Un aporte al pragmatismo, pues es imposible que se pueda gobernar de otra manera cuando la mitad de la población electoral se identificó con la propuesta del candidato Neves.
El estrecho triunfo de la Presidenta reelecta, según los primeros análisis obedece a dos factores.
Primero fueron los índices económicos y sociales de los gobiernos del Partido de los Trabajadores: Lula y Dilma. Como sucedió con la elección de Evo Morales en Bolivia fueron determinantes. La tasa anual de crecimiento de la economía llegó al 7,5% y el desempleo descendió a un 5%, que es el más bajo de la historia brasileña; agréguese, que cerca de 50 millones de brasileños dejaron de ser pobres.
La segunda causa es el apoyo, aun en los momentos difíciles, del líder popular más impactante de la historia como es el antiguo obrero y expresidente de Brasil: Luiz Inacio Lula da Silva. Estuvo junto a la candidata y mostró que el Partido de los Trabajadores es verdadero y no movimiento de marionetas. Fue inquebrantable y la acompañó hasta la celebración del triunfo en la tarima de la victoria. Junto al otro gran líder Fernando Henrique Cardoso se reparten el horizonte de los próximos comicios.
Las elecciones brasileñas dejan varias lecciones que son difíciles de apreciar en naciones que no gozan de los mismos parámetros democráticos. Por ejemplo, no existe la reelección indefinida; las reglas electorales no tienen dedicatoria y la justicia goza de una aceptable respetabilidad.