No es difícil predecir tres situaciones relacionadas con l economía nacional. La primera es que el Gobierno Nacional no cambiará su política y estrategia de los “paños tibios”. La segunda, que hay tantas voces y posiciones del sector empresarial que, salvo excepciones, solo reflejan inmadurez y gula. Finalmente, que el país carece de una voz- no exclusiva, presidenciable o no, ganadora o no- que represente a una parte de la nación que requiere respetabilidad, firmeza y trasparencia. Que le hable al pueblo y al gobierno- no importa si lo hace con el parlamento, pues son invitados de piedra a un banquete donde no comen ni dejan comer; una voz que puede afinar una posición que sin ser irreductible demuestre fortaleza y sentir de nación cuando los vientos anuncien más profundidad en una crisis. En un momento nos atrevimos a decir, motivados por la infamia del continente, salvo México, que el Protocolo de Río era nulo y que luego en otra circunstancia después de una victoria militar expresar tácitamente que era válido y que vengan los garantes. Las posiciones pueden ser contradictorias, pero siempre auténticas, reflejando en la coyuntura la dignidad de un país.
Con ese tono severo y dramático Jaime Roldós se despidió : “El Ecuador democrático, capaz de dar lecciones históricas de humanismo, trabajo y libertad. Este Ecuador Amazónico, desde siempre y hasta siempre. ¡Viva la Patria!”
No importa el contenido sino la intensidad vital que sentimos y que alguien o algunos, pequeños o grandes, también se identifican . Como dijo Benjamín Carrión después de 1941 y 1942 . “Si no podemos, ni debemos, ser una potencia política, económica, diplomática y menos ¡mucho menos! militar, seamos una gran potencia de cultura, porque para eso nos autoriza y nos alienta nuestra historia”.
Si no existe esa fuerza y ese liderazgo significa que nada cambia y que no aprendemos. Entonces nuestra decadencia colectiva como pueblo puede ser mayor que los efectos del coronavirus
Si ese líder y su equipo existen en un momento en que el riesgo país pasa de los 3 000 puntos de referencia en los mercados internacionales sería una buena oportunidad para que sin alterar el orden constitucional promuevan la abstención electoral como protesta frente al viciado orden de cosas que nos destruye. No es necesario que los protestas y actos vandálicos en las calles sacudan la conciencia colectiva; eso lo único que producen es pánico. Es necesario que se produzca una rebelión cívica que conmueva a las anquilosadas dirigencias políticas, empresariales y gremiales. Si hay algo de positivo en las protestas de Ecuador y Chile es que se produjeron sin participación ni conducción de las élites. No hay soluciones que no partan de la colectividad y, las exclusivas y ególatras, que persisten deben sindicadas con todos los agravantes pues son sepultureras del régimen constitucional de 1979, cuyos remiendos ya no soportan otra cirugía más.