Selecta y nutrida concurrencia llenó el Aula Benjamín Carrión (Washington y Páez) para asistir, el pasado miércoles 19, a la sesión pública solemne de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la más antigua de las entidades culturales del país, y recibir al nuevo académico correspondiente, embajador Jaime Marchán Romero, quien se posesionó de su curul con la lectura reglamentaria de un discurso, sobre un tema por él propuesto y aceptado por el Directorio: “El Ecuador y Moby Dick, obra cumbre del novelista norteamericano Herman Melville”.
Como suele acontecer, por cuanto la Academia Ecuatoriana es correspondiente de la Real Academia Española, el embajador de España D. Federico Torres Muro nos otorgó el privilegio de copresidir el acto. Distinguidos compatriotas, entre ellos miembros de la diplomacia, jubilados o en servicio, como el ex canciller Luis Valencia o el embajador Miguel Vasco, y escritores de prestigio como el novelista Abdón Ubidia o el poeta José Federico Ponce, asistieron para acompañarnos en el aplauso a Jaime Marchán, actual presidente del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, con sede en Ginebra.
En cumplimiento de las normas vigentes y designada por el Directorio, correspondió a la académica numeraria Dra. Susana Cordero de Espinosa presentar al nuevo miembro, embajador Marchán, con castizo y elegante discurso compuesto de dos partes: teórica, la primera, sobre el quehacer literario de ficción, y explicativa, la segunda, para poner de relieve la obra del afamado relatista, cuatro novelas y toda una serie de cuentos que justifican, cumplidos todos los requisitos, su presencia en la Academia.
Podemos calificar como magistral ensayo el que Jaime presentó, y novedoso a la vez, no obstante ser tan conocida la obra sobre Moby Dick, la ballena blanca que el obstinado capitán Achab perseguía por los mares ecuatoriales a mediados del siglo XIX. La naturalidad y simbolismo del relato se debieron a la experiencia y conocimiento que Melville alcanzó en sus correrías marítimas, pese a lo cual solo en el primer cuarto del siglo XX alcanzó renombre, ni se diga cuando hace 12 lustros, más o menos, Moby Dick fue llevada al cine y Gregory Peck interpretó magistralmente al cojitranco capitán Achab.
Todos oímos interesados y espectantes esta recreación del embajador Marchán, sobre todo porque citó de uno en uno los pasajes que permiten situar el relato de Melville no solo en las aguas oceánicas del ecuador geográfico, sino en las propias del extenso -con terminología actual- “mar territorial” del Ecuador. Melville cuenta -y Marchán lo hace notar- que Achab ordenó clavar un reluciente doblón de oro ecuatoriano en el mástil de su buque, como galardón para el primero de sus tripulantes que avistase a Moby Dick.