La semana pasada partió el amigo Jorge Salvador Lara, un sabio, un hombre de bien, uno de los más destacados intelectuales ecuatorianos de los últimos años. Al fallecer era Presidente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, como también de la de Historia. Y, en sus últimos años fue cronista de su querido Quito. Era un verdadero Homo Universalis Equinoccial, apasionado de la investigación, fuera esta histórica, política, diplomática, o literaria.
Más allá de su prestigio, su figura patriarcal que algo tenía de hombre quijotesco y renacentista, acogía de inmediato con su calidez, don de gentes y sencillez. Su amor y pasión por el conocimiento, por el lenguaje y por el curso de las relaciones diplomáticas de su país marcaron parte importante de su quehacer. Formó junto a doña Teresa Crespo Toral un hogar con numerosos hijos.
Tuve el privilegio de conocerlo y admirarlo en toda su dimensión de hombre público de manera privada, por lo que puedo dar fe que su partida constituye para Chile, una pérdida importante porque fue auténticamente amigo de mi país. Entre sus recuerdos destacaba particularmente el papel desempeñado como Jefe de Asistencia Técnica y Director del Departamento de Organismos Internacionales de la Cancillería ecuatoriana. Era el único sobreviviente –entre los Plenipotenciarios- de la Conferencia del Pacífico Sur de 1954, cuando en Lima se acordara entre Ecuador, Chile y Perú la Zona Especial Fronteriza Marítima.
En dicha ocasión, los tres señalados países profundizaron el compromiso en torno a la soberanía y jurisdicción convenida en la Declaración de Santiago de 1952, precedida de las proclamaciones de Chile y Perú de 1947, fundamentos para la creación de las 200 millas marinas. En 1954, nuevamente concuerdan los tres países en torno a la naturaleza de sus zonas marítimas hasta las 200 millas náuticas y que los límites entre ellas en toda su extensión, eran los paralelos geográficos que pasan por los puntos donde llegan al mar los límites territoriales de dichos países. Así los límites marítimos fueron nuevamente refrendados en el Convenio de Lima.
Lo anterior, además de constar en documentos oficiales, me fue ratificado verbalmente por el doctor Salvador Lara en reiteradas ocasiones, como testigo y actor privilegiado de tan trascendente acto, que hizo cambiar los principios y alcances del derecho del mar a la época.
Su trayectoria diplomática que incluyó dos veces el cargo de Canciller destacó por prestar servicios en las misiones de su país en Perú, Francia, Chile, y El Vaticano en donde fuera Embajador.
Por todo ello, con simpleza y no exento de emoción le digo gracias don Jorge, lo recordaremos con aprecio y gratitud.