El próximo 11 de mayo se hubiesen cumplido 42 años de la publicación de las columnas semanales de opinión de Jorge Salvador Lara en EL COMERCIO. Ese aniversario no se celebrará; ayer en la mañana, Salvador Lara murió en la misma ciudad que lo vio nacer, en el barrio de San Blas, el 4 de septiembre de 1926.
La casualidad y su aptitud para el estudio lo llevaron a convertirse en doctor en Leyes. En uno de los períodos de José María Velasco Ibarra, ya encaminado en su carrera de Medicina, Salvador Lara debió abandonar sus estudios porque la Universidad Central fue clausurada de manera indefinida. Fue así como se inscribió para estudiar Leyes en la naciente Pontificia Universidad Católica, de la cual fue el primer alumno matriculado, “la mía es la matrícula 001”, según contóél en diciembre pasado en una reunión.
Versado en infinidad de temas, sobre todo los relacionados con la historia y la lengua, Salvador Lara deja un vacío entre la intelectualidad ecuatoriana; fue presidente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua desde el 2009, durante 20 años fue director de la Academia Nacional de Historia, y presidente de la Comisión Panamericana de Historia, además de sus 18 años como Cronista de la Ciudad (entre 1992 y 2010) –puesto que él mismo decidió dejar para cumplir con la disposición gubernamental que obliga a los servidores públicos a retirarse a los 70 años de edad y él entonces tenía ya 84 años–. Sin embargo, el 29 de marzo del 2011 el alcalde Barrera lo designó Cronista Emérito Vitalicio de Quito.
Era un lector voraz, cuyo mayor patrimonio estaba en los 25 000 libros que atesoraba en su biblioteca. Su lucidez y erudición eran reconocidas por todos quienes lo leyeron en diario El Tiempo y luego en este Diario, y también por quienes lo trataron. Era por esa razón que la gente no se medía a la hora de hacerle consultas de todo tipo; como cuando fue Cronista de la Ciudad y no faltaba quien incluso le preguntase por la historia de la cocina. Su vocación y aptitud para enseñar le ayudaban en esta tarea. Uno de sus alumnos, Oswaldo Cevallos Bueno, cuenta que cuando Jorge Salvador Lara daba clases nadie pensaba en salir al recreo; escucharlo resultaba tan interesante que preferían no tener su tiempo de receso.
Su facilidad de palabra lo llevó también por los caminos de la diplomacia y la política. Salvador Lara fue canciller en dos ocasiones, una con Clemente Yerovi (1966) y otra con el Consejo Supremo de Gobierno en 1976. Además, fue legislador cuatro veces, una como independiente y tres por el Partido Conservador; en 1969 se candidatizó por el mismo partido para alcalde.
Políticamente se le consideraba cercano al pensamiento de derecha, sin embargo en una entrevista que le dio a Jorge Ribadeneira y se publicó en la revista Familia en el 2006, aseguró que estaba inclinado más por una reivindicación de los aspectos positivos tanto de la derecha como de la izquierda; por un lado la defensa de los valores trascendentes (derecha) y, por otro, la lucha por los derechos sociales, sobre todo de los más necesitados (izquierda).
La vastedad de su conocimiento y una curiosidad insaciable le mantenían en constante actividad intelectual; apenas retirado de su cargo de cronista ya estaba haciendo planes para continuar escribiendo libros. El proyecto que más avanzado tenía era el relacionado con el papado de Juan Pablo II, de quien era un fiel seguidor, siendo como lo fue un católico practicante. En este aspecto de su vida y también en el ámbito intelectual, su esposa Teresita Crespo Toral –con quien tuvo cinco hijos– fue fundamental.
Salvador Lara, en el recuerdo de sus colegas
Claudio Mena, Académico
Una de las personas más importantes del siglo XX
Nos ha impactado la muerte de Jorge Salvador Lara, un hombre público muy importante, pues se destacó en historia, literatura y política . Su aporte es variopinto, fue un hombre de múltiples facetas en el campo de la cultura. Además, ocupó una serie de cargos dentro del Estado, en todos fue abrigado por su inteligencia y su don de palabra, era un excelente orador. Ha sido una de las personas más importantes del siglo.
Juan Cordero, Académico
Uno de los más altos valores de la cultura
Su aspecto más importante fue la capacidad de reflexión sobre el pasado ecuatoriano y su análisis crítico. Tenía un criterio amplio y bien formado para enfocar los hechos clave de la Historia, sin apasionamientos políticos. Sentimos mucho su pérdida, pues fue un gran valor de la intelectualidad, un político que dejó de serlo por la academia y el cronista vitalicio de la ciudad: uno de los más altos valores de la cultura ecuatoriana.
Hernán Rodríguez, Académico
Una enorme honestidad y gran pasión por el país
Pienso que es una gran pérdida para el país y la academia. Desde el punto de vista político se cierra una página de la política de tipo conservador, pero de una enorme honestidad y gran pasión por el país. Fue reconocido como un historiador serio y riguroso; los artículos publicados en las últimas semanas en EL COMERCIO han sido brillantes en la revisión de la bibliografía sobre la muerte de Alfaro, eso demuestra su competencia.
Julio Pazos, Académico
Su obra es una fuente erudita y de análisis
Fue mi profesor en la Universidad Católica, fue una gratísima experiencia; gran parte de mis inquietudes se debe a esa oportunidad. He estado atento a su producción intelectual, más que a su actuación política; he admirado su obra histórica, especialmente la relacionada a Quito. Sus libros no eran solo recopilación de datos, sino una fuente erudita y de análisis. Es una pérdida muy dolorosa, fue una persona muy amable.