Hace poco se publicó en Francia un libro que examina las razones del éxito editorial que obtuvo, en su tiempo, el diabólico libro ‘Mein Kampf’, de Hitler, que se convirtió en la “biblia del nazismo”. Su lectura nos recuerda las aberraciones del Führer que condujeron al mundo a una de las tragedias más inhumanas de la historia.
Hombre nacido para la confrontación, Hitler confesaba, ebrio de nacionalismo y prepotencia, que su participación en la Primera Guerra Mundial y la lucha contra sus enemigos fue la etapa más inolvidable de su vida. La paz perpetua cavará la tumba de la raza humana, predicaba y argüía que la palabra solo debe servir como arma de lucha. Anunció que su felicidad consistiría en combatir siempre, “hasta la victoria”. Excitaba las pasiones del pueblo para inducirlo a la confrontación y a la lucha y condenaba la “debilidad” de quienes aconsejaban practicar la tolerancia, porque consideraba que esto equivalía a cuestionar su programa de gobierno y a debilitar el alma nacional. Reclamaba para sí la capacidad de comprender la esencia de los problemas y de intuir su solución. “Su resentimiento, sus instintos violentos y su furor dominan su visión del mundo y estructuran su pensamiento”, concluyeron quienes tardíamente criticaron su acción como gobernante. Enemigo del capital y del liberalismo, terminó convirtiéndose en enemigo de las libertades.
Hay que crear un nuevo estado -decía- y destruir con tal propósito las instituciones existentes, para volver imposible un retorno hacia el pasado. ‘Mein Kampf’ es un plan detallado para dominar el mundo que, sin embargo, no fue visto así por los hombres públicos de Alemania y de toda Europa, ni identificado en su peligrosidad y horrenda maldad. Las dudas que algunos tuvieron se adormecieron frente a la “legalidad y legitimidad” que los innegables triunfos electorales dieron al Führer.
Hitler se empeñó en dominar a los seres humanos y creyó que para llegar a una sociedad alemana moderna y justa había que eliminar a los judíos y al “gran capital” y reemplazarlo por una organización social dominada y dirigida por una raza, los arios.
Nos preguntamos actualmente, cómo fue posible que los contemporáneos de tantas aberraciones no vieran en ellas el nacimiento de la hecatombe que finalmente se produjo. En la respuesta, compleja e insuficiente, se incluyen múltiples factores como el miedo, la falta de una oposición decidida, el cálculo político que llevó a los demás países a considerar, con imperdonable miopía, que Hitler era un “líder fuerte y bueno para una Alemania que emergía caótica de la Primera Guerra Mundial”.
La historia del nazismo nos dejó una lección: si callamos cuando la injusticia y la arbitrariedad no nos afectan directamente, seremos víctimas del silencio de los otros cuando las suframos en persona.