¿Qué tienen, covid-19 o vaca loca?
La enfermedad de las “vacas locas” o encefalopatía espongiforme -que puede transmitirse a los humanos por el consumo de reses infectadas- parecía cosa del pasado. En 1986 se hallaron los primeros animales enfermos en el Reino Unido y, una década más tarde, se detectó en el ser humano como una fatal patología.
Pero he aquí que, con la potente contaminación del covid-19 en el país, no solo constatamos la desorganización en el sistema de salud (con la renuncia de una ministra de por medio) y falta de equipos e insumos, a la mitad de una crisis económica ya de por sí grave, sino comportamientos de los que quizás nos habríamos privado si hoy no hubiesen quedado expuestos, como en feria persa, nuestros más íntimos miedos y valores.
Quizás en busca de su minuto de fama o por alcanzar alguna notoriedad política, vemos a periodistas que quieren gobernar a partir de sus visiones personales y sin perspectiva. A autoridades que, en lugar de responder con hechos y de gobernar, se dedican a tomar cuentas al desordenado Gobierno, del que siempre están a una llamada de distancia.
La Alcaldesa de Guayaquil quizás piensa que de ese modo puede reposicionar su golpeada imagen pública -con consecuencias para la supuesta nueva ala del socialcristianismo- a partir de su decisión irracional de bloquear el aterrizaje de aviones vacíos llegados para evacuar a ciudadanos extranjeros.
Entre los pacientes de esta enfermedad también hay gobernantes que simplemente se callan en lugar de dar la cara para explicar la situación económica, u otros que piden “consejos” a los periodistas en lugar de hacer su trabajo. ¿De qué sirven todos estos ejercicios sino para perder el tiempo en momentos en los cuales es crucial tomar decisiones?
Pero es necesario denunciar también una variante aún más nociva que el covid-19 y el mal de las “vacas locas”: el de las “ovejas locas”, no por descarriadas sino porque han caído en lo más bajo de la escala zoológica al tratar de aprovechar el momento con fines políticos. Resulta evidente que la campaña de desinformación más perversa del mundo tiene director de orquesta.
¿Y qué hacemos los que no queremos escurrir el bulto o que el correísmo vuelva al poder, esgrimiendo incluso el derecho de Jorge Glas para hacerse cargo del país? ¿Qué hacemos los que sabemos que éste es el único país que tenemos y que queremos, pero sin la inequidad que en esta nueva crisis se hizo más evidente? Es distinto hacer cuarentena en un barrio quiteño que en Los Guasmos.
Estamos metidos en el mismo saco y, se llame diálogo, mesa de concertación o lo que sea, es necesario que cada uno ocupe su lugar y haga su trabajo, que entregue un poco de lo que tiene para enfrentar esta crisis para hacer un país viable. De lo contrario, estamos condenados a las vacas y a las ovejas locas.