Si bien ha sido prácticamente incontenible el ingreso de indocumentados a Estados Unidos por su frontera sur, se ha calificado de ominosa, inaceptable, etc. la decisión del presidente Trump de construir un muro en la frontera con México, para tratar de frenar dicho éxodo, con el agravante de que pretende obligar a este vecino a que cubra su elevado costo.
El mandatario estadounidense suscribió el miércoles último un decreto mediante el cual ordena la asignación de fondos federales para el inicio de esa obra; el incremento de 5.000 miembros de la patrulla de frontera y la deportación de inmigrantes con antecedentes penales; advirtió que tomará represalias contra las ciudades que protejan a los indocumentados y comentó: “Los gobiernos anteriores cuidaron las fronteras de otros países y descuidaron las nuestras; las relaciones con México serán mejores que nunca”.
Cabe recordar que cuando aún era candidato presidencial por el Partido Republicano aseveró que muchos mexicanos que cruzan la frontera en forma irregular son violadores, delincuentes, traficantes, lo que, como es obvio, causó indignación en el país azteca y reclamos a su presidente Enrique Peña Nieto, por no reaccionar con la entereza del caso. Más aún, varias personalidades le presionaron para que no asista a la cita convenida para el martes próximo, en la Casa Blanca.
Con este motivo se trajo a la memoria la construcción del tristemente célebre muro de Berlín en 1961, para impedir el paso clandestino de Oriente a Occidente. Previamente, en agosto de ese año se montó una alambrada divisoria a lo largo de la capital alemana, pero se la consideró insuficiente y se construyó la muralla de cuatro metros de altura, complementada con una fosa, una valla de alambre de púas y una carretera contigua, desde la que vigilaban guardias rojos acompañados de perros sanguinarios. Esa barrera denominada “franja de la muerte” fue derribada en 1989 y 28 años después se propone algo similar el Presidente del país catalogado como abanderado del respeto a los derechos humanos.
Portavoces del Gobierno de EE.UU. anunciaron que el Mandatario también ha firmado un decreto que establece el retiro de EE.UU. del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, del que forman parte otros once países que poseen el 40% de la economía mundial, y ha dispuesto la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, lo que, según expertos, fueron sus promesas de campaña y constituye un giro de 180 grados a la política de la Unión Norteamericana.
La construcción del muro ha desatado indignación y críticas a nivel internacional. Para muchos esa obra se convertirá en signo de la intolerancia de un mandatario explosivo que discrepa con el espíritu de respeto y ponderación de la nación a la que representa. El papa Francisco aconsejó “prudencia, diálogo sin insultos, hacer puentes y no muros…” .
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