La lengua española en América inició un proceso de mestizaje desde el momento mismo en que Colón pisó el Nuevo Mundo. El contacto con la inédita realidad americana y la influencia de las lenguas aborígenes determinaron que el castellano de los conquistadores se mestizara de inmediato dando origen a lo que hoy es el español de América. El idioma castellano del siglo XVI empezó a cambiar cuando adoptó los nombres de aquellas cosas nuevas que eran propias del mundo americano. Los españoles comenzaron a hablar de la papa, el tabaco y el chocolate, de butacas, canoas y hamacas, palabras americanas procedentes de la lengua náhuatl.
¿Cómo era el habla de los ecuatorianos a inicios de la Republica? He aquí el testimonio de un viajero de la época (1833): “La lengua que se habla en Quito no es uniforme. Unos hablan la castellana y otros la de los incas. La primera que pronuncian los niños es muchas veces la de los incas por ser indias las nodrizas, no hablando con frecuencia la castellana hasta cinco o seis años”.
Aquella costumbre, antaño factible y hoy improbable, de contar en casa con una tropa de sirvientas indias que se encargaban de cocinar, limpiar y criar a los niños influyó para que muchas palabras quichuas relacionadas con la vida doméstica pasaran al lenguaje familiar ecuatoriano. Unas pocas de ellas nos salen al paso: guagua, anaco, cungapaño, locro, tullpas, cuchicara, llapingacho, etc.
El uso excesivo del diminutivo en el habla ecuatoriana (“estito”, “agüita, “mijito”) sería otro ejemplo del mestizaje de nuestra lengua. Este detalle no solo indica la vigencia del sustrato quichua en el idioma sino, además, la reminiscencia de ancestrales prácticas de sumisión y cortesía que los mestizos cultivaron en épocas de subordinación colonial. El “dar haciendo” se explica por una resistencia psicológica a usar el imperativo. Ya en el siglo XVII era común en la corte española aquel enunciado que decía: “ser cortés como un mexicano”, para indicar que los “indianos” solían exhibir maneras recargadas de acatamiento y sumisión frente a los peninsulares.
Por lo demás, el español de Ecuador conserva los rasgos lingüísticos del habla andaluza. Ejemplo de ello es el uso del seseo y la presencia del léxico andaluz, como alfajor, búcaro, chinchorro, maceta, habichuela, candela. De origen andaluz son los verbos preferidos por nosotros como guindar, amarrar y botar (en vez de colgar, atar y tirar). A ello se añade el uso del “ustedes” en vez del “vosotros” como fórmula única del plural de la segunda persona. En el siglo XVI la fórmula medieval del “vos” cayó en desuso y fue sustituida por el “vuestras mercedes” que es el antecedente del “ustedes”. El español ecuatoriano es, por lo tanto, un aspecto más del mestizaje que define toda manifestación cultural de nuestros pueblos.