“Quien no tiene de inga tiene de mandinga”, nos recordaba, hace pocos días y en esta misma página editorial, mi amigo el escritor Fernando Tinajero en un magnífico artículo suyo sobre la tradición negra y africana presente en nuestro laberíntico mestizaje. No cabe duda, Europa, África, Asia y la multiforme América pesan y gravitan, cada uno con sus genes, herencias y tradiciones en este Continente, “Tierra de la sangre vital” o Abya Yala, tal como en su lengua lo llamó el antiguo pueblo Kuna que aún perdura en las selvas panameñas, mucho antes que Vespucio lo visitara y bautizara con su nombre.
Consciente de ello, el filósofo mexicano José Vasconcelos (1882-1959) vislumbró para este Continente un destino ecuménico, ideal romántico como casi todos los sueños de Nuestra América. Según él, estos pueblos se habían configurado con el aporte de todas las sangres y culturas del vasto mundo, estaban pues predestinados a conformar un nuevo linaje, la “raza cósmica” del futuro, como él la llamó. Contagiado de nacionalismo e imbuido de jactancia hegeliana dijo que el “hombre cósmico de América” será quien proclame un día “Por mi raza hablará el espíritu”.
Pero vengamos al mandinga del cual el DLE trae la siguiente acepción: “mandinga: denominación que se da al diablo en el lenguaje de campesinos”; americanismo: “persona de raza negra”. En Cuba, país en el que la herencia africana pesa tanto como la europea, hay una expresión parecida a la evocada y que reza: “Aquí el que no tiene de congo tiene de carabalí”. En los dos casos se hace hincapié en el mestizaje de sangre y cultura, en la mezcla de lo indígena y lo negro como rasgo propio de la identidad latinoamericana. Mandingas, congos y carabalíes son pueblos de la costa occidental de África. Los mandinga o mandé son un grupo étnico con una lengua y tradiciones singulares que habitan en Gambia, Senegal, Malí, Sierra Leona, Liberia… Un grupo de los afrodescendientes americanos proviene de los mandingas, pueblo vigoroso y culto cuya lengua se expande hasta el río Niger. La etnia carabalí procede de la costa Calabar, sur de Nigeria, región de la que fueron arrancados los esclavos que llegaron a América a finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX.
Quien visite el Museo de América, en Madrid, será atraído por el curioso lienzo pintado en 1599 por el mestizo quiteño Andrés Sánchez Gallque y en el que retrata a los cimarrones Francisco de Arobe y sus hijos Pedro y Domingo, caciques negros de Esmeraldas. Visten atuendos europeos (jubón, capa y sombreros españoles), ostentan adornos de oro propios de los indios de la zona: collares, narigueras, orejeras y bezotes. Y si en todo ello se muestran europeos y amerindios, sus manos sostienen la mortífera lanza de las tribus africanas. Inga, mandinga e hispano, todo en uno. ¡Viva Vasconcelos!