Desde siempre los inversionistas buscan obtener una atractiva rentabilidad para su capital y contar con empleados competentes. Sobre esta realidad falta una buena comunicación del Gobierno para que la ciudadanía piense más allá de la coyuntura y tienda a superar la crisis, de modo que políticas públicas racionales se adopten con el consenso ciudadano para tener más trabajo y menos pobreza lacerante en el Ecuador.
No hay grandes inversiones porque somos un país pequeño y mal gobernado y por eso tiene que dar más incentivos que sus vecinos a fin de que el inversor prefiera venir acá, ya que los estímulos son inversamente proporcionales al grado de desarrollo. Entonces se debe persuadir al pueblo con una eficiente comunicación para que, con capitales extranjeros y/o nacionales que están en los paraísos fiscales, se hagan proyectos productivos y empleadores. Para ello el país se ve obligado a ofrecer exoneraciones tributarias, pero sin que se deba tocar el impuesto a la renta, que es el tributo más justo e irrenunciable.
Hay que comunicar al pueblo que las relaciones del Estado con las empresas privadas deben ser a base de un equilibrio, pues si hay desbalance no hay estabilidad. Una nueva Ley de Inversiones puede despertarnos del letargo económico mediante empresas manufactureras con transmisión tecnológica.
Lograr la confianza empresarial toma tiempo y requiere una política de Estado, en donde los políticos entiendan los problemas y acierten en las soluciones, que sean consistentes en lo fiscal sin comprometer gastos permanentes si no hay ingresos permanentes.
Cuando ha subido temporalmente el precio del petróleo se debe ser racional en el gasto, sin entrar en un populismo irresponsable que causará más daño porque la invasión rusa a Ucrania provocará una tendencia de menos crecimiento económico mundial y mayor inflación. El Gobierno debe comunicar claramente para que la razón se imponga.