Si las futuras regiones del Ecuador se fundaran en identidad cultural e histórica, además de espacio y población suficientes o potencialidades de desarrollo, solo Manabí debería ser región. Su identidad, notorio con su cocina que es una de las tres o cuatro del continente, tiene posiblemente nexo con una herencia de las excepcionales culturas de pueblos que nos dieron un rico pasado precolombino. De estos pueblos, destruidos por la imposición de nuevos llegados o por su mestizaje, ahora reducidísimas poblaciones que se reclaman de ellos tratan de reconstituir su condición de pueblos que como tales tuvieron culturas ancestrales, precolombinas, lenguas y organización sociopolítica propias. Pero ni Manabí ni los montubios tienen estas características; es diferente tener una identidad de pertenencia, muy fuerte en los manabitas, aspectos culturales que los diferencian de otros, fruto en particular del mestizaje no milenario sino más reciente, de su aislamiento, de sus roles en los avatares de la República. Algo similar acontece con otras zonas del país o de habitantes rurales que tienen notorias peculiaridades y distinciones culturales, por ejemplo los “chazos” en el sur o los “macabeos” en Macas. Al haber asimilado erradamente en la Constitución a este sector de campesinos manabitas, los montubios, como pueblo y darles acceso a derechos colectivos, otros sectores rurales podrán exigir una hipotética condición de pueblos, para acceder a más recursos y atención del Estado, o favorecer sus peculiaridades. Podrá haber mañana nuevos pueblos, la imaginación descubrirá raíces lejanísimas. Ante el establecimiento de los Derechos Colectivos para pueblos, en la Amazonía nacieron nuevas “nacionalidades”, esta denominación que sin juicio de inventario ya es constitucional cuando en derecho internacional el colectivo pueblo tiene todos los derechos colectivos habidos y por haber. Más fácil será formar pueblos o asimilados como los “montubios” o si uno ve ventajas previsibles, cualquiera puede ser parte de este pueblo, su definición se vuelve tan amplia que no necesitaría pertenencia al pasado ni cultura o idioma originales, bastaría una vaga pertenencia; no es por azar que 7/9 de los manabitas dice ser montubio, en el censo. Puede haber reconstrucción étnica o constitución de nuevas pertenencias, pero no parece ser el caso de los manabitas quienes son lo que son.
Esta incoherencia incluida en la Constitución devalúa el sentido de los derechos colectivos, cuando bien podía haber otras medidas para los justos fines perseguidos por los defensores de los montubios. En lugar de hacer más viable la construcción de una sociedad y Estado plurales, multiplicamos confusiones. Se comprendería mal tratar de corregirlo, prevenir sus consecuencias es en cambio necesario.