Pese a las dificultades de definición que acarrea el populismo, una gran mayorÃa de estudiosos de este fenómeno coincide en que se trata de una estrategia y un estilo discursivo, como lo recoge Carlos De la Torre en su obra El Retorno del Pueblo.
La estrategiaconsiste en captar el apoyo no mediado ni institucionalizado de un gran número de seguidores a fin de llegar o ejercer el poder y no está ligado a ninguna ideologÃa en particular. También utiliza mecanismos de movilización de la gente, dentro de los cuales las redes clientelares, es decir el intercambio de votos y apoyos por bienes y servicios, y el discurso, juegan papeles preponderantes.
El discurso populista se sostiene en la división de la sociedad en dos campos antagónicos que se enfrentan en una lucha a muerte: el bien, encarnado en el lÃder populista, y el mal, representado por cualquiera que se le oponga. El lÃder, además, personifica la redención de aquella gente que se siente excluida de la toma de decisiones dentro del sistema polÃtico.
De esta forma, el populismo tiene éxito y resurge permanentemente frente a una institucionalidad débil, en la cual el Estado es incapaz de garantizar una participación polÃtica igualitaria y brindar a los ciudadanos servicios eficientes, como por ejemplo, seguridad. Cuando eso sucede, la gente tiende a buscar la solución en liderazgos fuertes que ofrezcan mano dura, aunque implique un deterioro de la democracia.
AsÃ, el chusco show que montó la alcaldesa de Guayaquil en Quito no responde sino a esa estrategia populista de cara a las elecciones seccionales de 2023, con la pretende dar el mensaje de que ella, y supongo que su partido, van a poner orden en una sociedad agobiada por la inseguridad y por la inefectividad del Estado en combatirla.
Sin embargo, valga la aclaración, los alcaldes también son parte del Estado, siendo corresponsables de garantizar la seguridad, lo que a Viteri convenientemente se le olvida. Ojalá no se les olvidé a los ciudadanos al votar.