Salvo una negociación, que en las actuales circunstancias parece imposible, la pugna entre el gobierno del presidente Lasso con Nebot- Correa e Iza no terminará hasta el pitazo final. En los círculos cercanos a Carondelet parece que prevalece el miedo por nuevas elecciones generales, que vendrían luego de la muerte cruzada y se pierda el tiempo constitucional inicial de cuatro años para el que fue elegido el Presidente.
De ser válida tal apreciación, se aceptaría que el objetivo es mantener el poder a cualquier costo. Significaría que no habría el tiempo indispensable para que cambios propuestos. Por tanto, hay lugar a interpretar que el objetivo es permanecer y no cambiar. Esto implicaría que en el Ecuador solo se pueden hacer cambios importantes durante un periodo presidencial completo. Entonces habría que preguntar a los expertos como hizo Jamil Mahuad para en corto tiempo firmar la paz con el Perú y decretar la dolarización; súmese en el recuento histórico, la construcción del OCP y las leyes Trole durante gobierno de Gustavo Noboa Bejarano. Casi dos años en el poder, en el caso de Guillermo Lasso no sea reelecto en nuevas elecciones, pueden ser importantes y decisivos bajo decreto ejecutivos exclusivos.
El único límite que existe es el visto bueno previo de la Corte Constitucional en el caso de decretos económicos, pero será más fácil dialogar con los miembros de ese organismo jurídico político que con los destapados que rondan por una mayoría en el legislativo para ejercer el poder que les dieron las urnas.
Hay que recordar que la muerte cruzada no ha sido utilizada nunca y que es un mecanismo extraño a un régimen presidencialista, que puede ser aceptado en un parlamentario cuando es la figura central del poder. El primer ministro o quien encabece la conducción política convocará a nuevas elecciones y habrá pasado la página. En política algunas veces es preferible el fracaso político que al miedo de no hacer.