El líder no muere. Nelson Mandela seguirá vivo. Permanecerá siempre su figura, su buen ejemplo de liderazgo auténtico y sus enseñanzas a las nuevas generaciones democráticas.
Él tuvo grandes ejecutorias que dejan una huella imborrable al planeta.
Un hombre positivo y generoso que fue afectado en sus DD.HH. pero luchó por la vigencia y respeto de los mismos para el resto, incluido sus opositores; por la igualdad entre negros y blancos, en momentos difíciles de discriminación racial. Esto le llevó a la cárcel 27 años. Empero, no salió con rencor, odio ni resentimiento social a buscar la revancha ni a liderar la división de la sociedad entre buenos y malos, seguidores y opositores.
Enarboló las banderas del perdón, la reconciliación, la tolerancia, a pesar del daño que le hicieran, y de símbolo de las libertades. Llegó al poder pero nunca utilizó el doble discurso, tampoco lo usó y peor abusó para su ego, su grupo político, sus amigos, su raza, ni persiguió ni buscó la confrontación. Nunca fue narcisista ni tuvo un complejo de inferioridad ni hizo por capricho todo lo contrario a las críticas, incluidas de los medios de comunicación. No tuvo en su corazón espacio para la venganza ni el rencor acumulados para cobrarse desde el poder.
Luego de su largo presidio fue reconocido mundialmente con el Premio Nobel de la Paz y ganó la Presidencia de Sudáfrica. Cuando muchos esperaban sus respuestas a tanto mal dio una lección al mundo y en lugar de desafiar a sus detractores les tendió la mano, les invitó a la mesa de negociaciones para dialogar y concertar. No tuvo miedo ni se escudó en la enorme seguridad y parafernalia del poder. Su conciencia tranquila le permitió transitar libremente por donde quiso, sin desafiar a los blancos, porque sembró amor y no odio ni división.
Pudo buscar la reelección con la enorme popularidad que conservaba pero pensó en la alterabilidad democrática y sacrificó una aspiración personal. Hombre sencillo y humilde, auténtico líder democrático que demostrara al mundo la calidad humana que muchos políticos pregonan pero no practican porque solo viven pensando en elecciones, con acciones asistencialistas en lugar de enseñar a unir y no desunir, a pescar y a ser productivos.
Cuánto ganaría el mundo si se buscara sinceramente los caminos de la paz, el diálogo, el respeto a la posición ajena por equivocada que fuera. Con este ejemplo, cuánto se ganaría si se sentaran a conversar de las dos Coreas, Israel y Palestina, EE.UU. y Cuba, reunificar a los pueblos en América Latina, más allá de las diferencias propias de un sistema democrático en lugar de tratar de imponer, controlar, insultar y humillar al otro, que transforma en una sociedad de desconfianza y de vigilancia permanente. Ojalá el ejemplo de Mandela conmueva a los cristianos. ¡Feliz Navidad!