La semana vino acompañada de una noticia que se presta a diversas interpretaciones sobre el futuro de Venezuela.
Ese país es castigado por el hambre, por la falta de medicinas y de libertad que los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro han impuesto.
Donald Trump decidió congelar las cuentas de las entidades públicas venezolanas, de los funcionarios del Gobierno y de todos aquellos que hagan negocios con el Estado.
Como era de esperarse, el solo anuncio abroqueló a los más radicales del régimen y sobre todo a los militantes y activistas del Partido Socialista Unido de Venezuela, que anuncian movilizaciones.
Pero más allá de personajes nucleares del Gobierno y del Partido y algunos funcionarios públicos, no se nota una reacción popular. Según medios como Infobae, hay apatía.
Las interpretaciones sobre la medida y la reacción son diversas. Diario El País, de España, considera que ‘Venezuela agoniza’. Es el título de su editorial. En tanto que medios como la BBC matizan su análisis. Las importaciones de empresas privadas y las exportaciones que no sean con el Régimen siguen, y lo mismo las remesas que envían los millones de familiares de venezolanos desde distintos países (tal el caso de Ecuador).
Por esa causa, el medio inglés no hace la comparación simple de este embargo con aquel bloqueo a Cuba, que, por lo demás, no fue eficaz.
Lo que sí es cierto es que, más allá de la afectación al Gobierno de Maduro, el problema es que la factura de este tipo de medidas duras la terminan pagando los más pobres.
Pudieran llegar tiempos de mayor falta de alimentos y medicinas y se corre el riesgo de que la represión a los grupos opositores se endurezca. De hecho, el Gobierno acusa a los principales opositores como grupos que favorecen al “imperialismo”.
En estos diagnósticos e interpretaciones no se puede ni debe perder de vista que, desde la autoproclamación del gobierno interino de Juan Guaidó, la economía estatal venezolana de Maduro tiene un suero poderoso: el apoyo de Rusia y China; y eso no se puede soslayar.