En el contexto de las próximas elecciones presidenciales en Ecuador, programadas para el 9 de febrero de 2025, se ha observado un fenómeno preocupante: la proliferación de propuestas que, aunque pueden sonar atractivas, parecen desconectadas de la realidad del país. Desde la construcción de un tren bala hasta la utilización de inteligencia artificial en su máxima expresión en el Estado, los candidatos han presentado ideas que podrían considerarse más como estrategias populistas que como planes viables.
Ecuador se encuentra en un momento crítico, enfrentando desafíos significativos como la inseguridad, la crisis económica y la falta de confianza en las instituciones. En este escenario, algunos candidatos han optado por presentar entre sus soluciones ideas que carecen de un fundamento sólido.
Cuando los políticos lanzan ideas como la reducción drástica del IVA, sin un análisis previo de la situación económica del país, o la implementación de medidas extremas como la pena de muerte; se corre el riesgo de trivializar problemas complejos. Estas propuestas no solo pueden resultar inviables, sino que también alimentan un clima de desconfianza hacia los políticos. Según los análisis que se hicieron tras el debate de los 16 candidatos el domingo 19 de enero pasado, este tipo de planteamientos puede ser interpretado como una estrategia para ganar votos a corto plazo sin considerar las consecuencias a largo plazo.
La falta de detalles concretos sobre cómo se llevarán a cabo estas propuestas genera escepticismo. La sensación general es que muchos candidatos están más interesados en ganar popularidad que en ofrecer soluciones efectivas a los problemas del país.
La proliferación de propuestas populistas no solo afecta el panorama electoral; también tiene repercusiones profundas en la sociedad ecuatoriana. Al promover medidas drásticas, sin un marco legal ni ético claro, se fomenta un ambiente donde el respeto por la diversidad y los derechos humanos puede verse comprometido. Esto es especialmente relevante en un país donde se ha luchado arduamente por el reconocimiento y respeto hacia diferentes ideologías y orientaciones; y aunque falta mucho más; pueden preocupar las ideas extremistas (de cualquier sector ideológico).
Las propuestas que abogan por medidas represivas o que ignoran las luchas sociales pueden resultar en un retroceso significativo en términos de derechos humanos. La sociedad ecuatoriana ha mostrado su deseo por avanzar hacia una mayor inclusión y respeto por la diversidad; por lo tanto, las campañas que ignoren este contexto podrían enfrentar una fuerte resistencia.
A medida que se acercan las elecciones presidenciales, es vital que los candidatos presenten propuestas realistas y fundamentadas. La desconexión entre las promesas electorales y la realidad del Ecuador puede llevar a una mayor frustración entre los votantes y contribuir a un ciclo vicioso de desconfianza hacia la política. Los electores buscan líderes que no solo hablen sobre cambios significativos, sino que también proporcionen planes claros sobre cómo lograr esos cambios.
El desafío para los candidatos será demostrar no solo su capacidad para soñar con un mejor futuro para Ecuador, sino también su compromiso con la implementación efectiva de soluciones viables. En última instancia, el futuro político del país dependerá de su capacidad para conectar con las preocupaciones reales del electorado y ofrecer respuestas concretas a los problemas apremiantes.
Es hora de que el electorado exija más: propuestas que reflejen un entendimiento profundo de las necesidades del país y un compromiso auténtico con el bienestar de todos los ecuatorianos. Solo así se podrá construir una democracia sólida.