Las protestas y manifestaciones callejeras no cesan en Bolivia, mientras se busca una salida democrática.
La presidenta Ivonne Áñez envió al Poder Legislativo un proyecto de ley con el fin de concretar las elecciones.
Se trata de unos nuevos comicios que permitan superar el acto fallido de los del 20 de octubre pasado y cuyos turbios resultados provocaron la división y el caos.
La Presidenta pide al ente parlamentario que viabilice la conformación de un nuevo Tribunal Electoral.
Sería deseable que ese máximo organismo del sufragio actúe de modo independiente, transparente y con estricto apego a la voluntad popular conculcada en el anterior proceso con el apagón del sistema.
Evo Morales no podía ser candidato, según la Constitución que él mismo promovió. Pero convocó a un plebiscito para insistir en otra reelección y perdió, y más tarde se valió de un subterfugio legal para candidatizarse, por encima del dictado constitucional y del plebiscito.
Cuando luego de interrumpido el conteo de votos por 20 horas los equipos se volvieron a encender, aparecieron los votos que le dieron un resultado dudoso. Tanto, que la comunidad internacional lo puso en duda y la OEA observó. El país se dividió y llegaron las protestas de opositores y partidarios con el desate de acciones violentas que llevan ya varios muertos y un caos sin par.
Morales renunció y se fue a México asilado: los militares le sugirieron que se separe. Con Morales renunciaron el vicepresidente y dos altos cargos que le seguían en la línea sucesoria. Surgió así la actual Presidenta a la que la mayoría de legisladores partidarios del MAS ( el partido de Morales) no han dado quórum ni refrendado en el poder.
Morales insiste en un golpe de Estado. Muestra su agresividad contra la prensa, acaso con ciertos consejos de líderes autoritarios cercanos.
Siembra vientos y expone a Bolivia a una gran tensión social. Lo mejor que le puede pasar a Bolivia es caminar a nuevas elecciones limpias con los candidatos que la ley permita, y dejar atrás el duro y triste momento.