El dólar superó en valor al euro, algo que no pasaba en décadas. En los últimos doce meses se ha revalorizado en 18%. Algo similar frente a otras monedas. Varios factores lo explican. El FED, banco central de EE.UU., para combatir la inflación absorbe el exceso de liquidez dejando de comprar papeles privados y elevando la tasa de interés, con lo que la gente compra menos y ahorra más. A su vez en tiempos de crisis los capitales del mundo suelen refugiarse en el dólar.
El dólar es nuestra moneda y su fortalecimiento tiene varias consecuencias, entre positivas y negativas. El primer efecto es que los productos que importamos de fuera del área del dólar se abaratan, lo cual amortigua la inflación importada.
Las monedas de los demás países de Sudamérica se devalúan, y además como combatieron la crisis causada por las cuarentenas con gasto público financiado con emisión, sufren de una inflación el doble o más que la nuestra: en Colombia 10,2% y en Perú 8,7%.
Otro beneficio es como turistas: para los ecuatorianos Colombia está regalada, y nunca ha sido Europa tan accesible.
Pero lo que nos beneficia como compradores nos perjudica como vendedores. Este año, aparte de petróleo, cobre y oro, que son actividades extractivas, al único producto de exportación al que le va muy bien es al camarón, gracias a los grandes avances tecnológicos que han tenido las empresas nacionales en ese sector. Las flores, el banano y otros productos tienen más dificultades que antes para competir. El turismo al Ecuador sufre, cuando Quito está más cara que Bogotá o Lima. Las Galápagos por ser únicas son inmunes a este efecto.
El ser país caro nos obliga a bajar más la inflación, incluso retornar a la reducción de precios que teníamos antes del rebrote de la inflación mundial. Es desaconsejable fijar precios altos para proteger a productores. Mejor es alentarlos a reducir costos. Y abrir la economía para que todos busquemos producir bienes a precios internacionalmente competitivos.