Apelando a la segunda acepción del término yerro- equivocación por descuido -, sobrepasando el dolor por las víctimas y la desesperación por los secuestrados, los ataques no pueden ser eludidos por el actual gobierno de diez meses: tampoco por el de la “década infame”, ni por el prestigio profesional de las Fuerzas Armadas del Ecuador.
Es probable que no seamos un país con recursos militares tecnológicos de última generación; sin embargo, nuestra historia territorial, los conflictos, y sus transacciones nos hace acreedores al prestigio de ser parte de un estado precavido y cauteloso. Añádase la hidalguía como emblema y la astucia como habilidad enarboladas por soldados guarnecidos por la bandera en las trincheras. Con estos incidentes no son válidas las excusas por la inexistencia o mal aplicada estrategia de defensa en la frontera norte.
Después de firmada la paz en Brasilia, la peligrosidad fue latente en esa frontera. Eran previsibles los complejos efectos del aparente fin de la violencia en Colombia, particularmente en ese límite donde los grupos violentos predominan sobre las fuerzas institucionales el vecino país.
Desde Tarqui, el sueño bolivariano y el pabellón de la Gran Colombia no ha cobijado. No hemos sufrido la ferocidad y la crueldad de las luchas internas del país vecino, pero siempre anhelamos la paz para ese pueblo hermano, en todos los instantes de la historia.
Resulta inaudito y debe ser un error asegurar que en los planes contingentes de seguridad no estaban previstos escenarios tensos y violentos, si la paz del norte llegaba a la frontera común. El sur fue escenario de encarnizadas disputadas por la delimitación de la frontera, pero el norte era diferente. No había un ejército enemigo, pero era un natural caldo de cultivo para las actividades mundiales de narcotráfico y el narco lavado. Da la impresión que se comprendió tarde el enorme riesgo de la generosidad de “puertas abiertas” cuando decidimos adoptar nuevas medidas de control. Entonces tenemos que pagar facturas terribles cuando las aplicamos .
Es indispensable que el pueblo evalúe los dispositivos estratégicos y tácticos para la protección de la provincia de Esmeraldas y desmentir que sus franjas fronterizas en el norte son “puerto libre o corredores de paso”. Hoy adoptar las medidas urgentes y luego evaluar en contexto, temas como el levantamiento de la Base de Manta, el despido de la DEA y el innegable flujo del trafico de dinero es un referente como en México y Colombia; además, verificar si penetró en niveles políticos y de seguridad.
Ahora la prioridad nacional es el regreso de nuestros compatriotas como salieron: sanos y salvos. La esperanza nacional al respecto será atendida únicamente con su regreso. Hemos aprendido una dura lección y la respuesta debe estar a la altura de las grandes tareas históricas que el pueblo y el territorio de un estado soberano demandan.