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Se estremecieron los archivos de la historia. Parecía que los tanques y las patrullas militares de las primeras horas de aquel 11 de septiembre de 1973 regresaban. Los cascos, fusiles, los colores; pero había diferencias, en favor de lo sucedido del 14 al 18 de octubre de 2019. Tristeza por el pasado, desconcierto por el futuro. La violencia desatada con motivo del alza del pasaje del metro santiaguino –y la tarifa de luz hace tres meses-pero también por el desfogue de sectores medios que sufren un modelo que privilegia solo las ganancias. Una especie de economía epicúrea sostenida por una clase media sin expectativas. No hay un “sueño chileno”, como dicen que hubo “un sueño americano” en Estados Unidos.
En Ecuador el caso fue diferente. No se incendió un sistema de transporte sino a la Contraloría del Estado que debe tener en estudio casos aberrantes de la década pasada.
En ambos casos no se trata de una asonada política capitaneada por la derecha o la izquierda, o un intento fallido de un golpe de estado. En Chile, fue la explosión violenta de un conjunto de la sociedad que protestó por una acumulación de índices a los que se añadía el alza del pasaje del metro y otros. En el Ecuador fue liderada por una dirigencia indígena con gran poder de convocatoria y movilización, pero incapaz de entender que son una parte y no un todo.
Antes de lo de Chile, los análisis centraban sus estudios en los populismos o en la reconquista del poder político por la derecha. Lo de Ecuador con Moreno, Brasil con Bolsonaro y Argentina con los peronistas así lo comprobaban. Pero el estallido de Chile fue otro: ni populismo ni partidos; pero marcharon un millón.
Con esto es necesario transitar por el sendero de la hipótesis y comprender un tipo de protesta y violencia diferente. Hay síntomas ineludibles: las expectativas del futuro han sido sustituidas por la demanda de otro nivel de vida en el presente: en el aquí y en el ahora.
Chile tiene una larga historia de vigencia institucional. Ha tenido experiencias inéditas como las de Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y la dictadura militar. En la actualidad desarrolló uno de los pocos casos de concertación política después del regreso a la democracia. Sus índices económicos son referentes mundiales, muy lejos de lo vagones del metro incendiado. Fernando Mires es oportuno: “Cuando los partidos no cumplen esa función, las aguas sociales se desbordan… el estallido fue el resultado de un desborde de masas sin canalización política.”
En el Ecuador se explica la hoguera en la Contraloría por las pruebas muy graves de la corrupción de la década dorada y por la anomia que reina en su escenario político.
La cueca es un baile chileno que simula un duelo de la pareja con ritmos contagiosos de agilidad y gracia. Pero ahora, en el país de la larga y loca geografía, es un baile desconcertante sin música ni bailarines.