Sería un gran avance en la lucha por la corrupción que, apostando a los efectos de una gran movilización en busca de la verdad, no se considere al ecuatoriano común y corriente que lee, ve y escucha las noticias y, por ende, que no está ausente de la evolución de lo hechos públicos, que no los entiende.
Hasta el momento, solo recibe explicaciones inocuas. Que fue casual el retorno de un prófugo de la justicia, en un vuelo especialísimo y extraordinario, en compañía – garantía evidente – del presidente de la función legislativa y sin que lo sepa el Fiscal General.
Por estos motivos hay lugar a una hipótesis: un acuerdo en base a una delación. Un convenio en el que una parte se compromete a aportar nuevos indicios, pruebas documentales, grabaciones sobre graves irregularidades producidas en obras públicas contratadas en las áreas petroleras y energéticas. De la otra parte, un ofrecimiento compensatorio para otorgar la mayor benignidad judicial posible. El objetivo nacional es conocer toda la carga del buque, no solo la bitácora del capitán.
Este singular hecho debe producir consecuencias políticas más que judiciales. La primera es que el gobierno ha iniciado una estrategia- luego de los buenos gestos, la sonrisa o el diálogo- y es la de captar el control político del parlamento; caso contrario, le será imposible gobernar. La venida del prófugo en una operación 007 se inscribe como decisiva en este propósito y la garantía del poder en territorio nacional se puede convertir en una contradicción al dicho del viejo oeste: puede sobrevivir “a pesar de que sabía demasiado”.
Los tiempos inmediatos serán difíciles y complicados para todo el país. La sociedad tuvo de todo. Beneficios. Irregularidades de magnitud y hasta con dolor. Por suerte no se llegó a los extremos trágicos de Venezuela ni a la crisis moral y fiscal de Argentina.
La evidencia de que los tiempos cambiaron será cuando en grandes ambulancias psiquiátricas saquen del parlamento a quienes no pueden comprender que los tiempos cambiaron. Que era imposible seguir la ruta de un tranvía descarrilado por el descontrol fiscal, un autoritarismo mesiánico sobre todas las funciones del Estado y un pueblo sometido que careció de líderes incapaces de conducirlos por otras rutas.
El populismo en América Latina es perverso y genera desastres a pesar de disponer de muchos recursos. Por su naturaleza, no puede rectificar ni aprender de la experiencia pasadas. Son artistas de la tarima y de las grandes movilizaciones, pero muy pronto las gestiones caen por las incapacidades de sus cuadros. Para ellos gobernar es hacer obras y estas hay que contratarlas con materiales de construcción de alta tecnología y sistemática aplicación de diferentes escalas de corrupción. La operación 007 a lo mejor da resultado.