Silencio

A ustedes les comieron la lengua los ratones, ¿cierto? Porque nadie que tuviera la facultad de hablar se quedaría tan callado ante todo lo que está pasando. Silencio horrible el suyo, el nuestro, que nos arroja al vacío y a la vergüenza de volvernos un país enmudecido más que por miedo –aunque también– por comodidad o por convicción (horror).

O capaz ustedes viven en Marte y no se han enterado de que al dirigente shuar José Tendetza lo más seguro es que lo hayan matado en unas circunstancias terribles hace un par de semanas, por unas razones tan oscuras y mezquinas, que dan ganas de arrancarse los ojos para no seguir viendo lo que está pasando.

Porque si lo que le dijo José Chumapi –también líder shuar– a la Associated Press es preciso, José Tendetza se oponía a la minería en su territorio y tenía juicios en su contra iniciados por una compañía que está ávida de sacar el cobre de Zamora Chinchipe.

Cómo hacen ustedes para no decir ni pío por eso ni por nada, como bien apuntó el domingo pasado en este Diario Adriana Noboa en la nota ‘El silencio rodea al decreto presidencial sobre el Enipla’. Calladitos, mustios, anémicos espirituales van por la vida aceptando que desde la Presidencia de la República se impartan reglas de la moral católica más retrógrada, recalcitrante y farisea (juro que conozco católicos de lujo, progresistas) que entorpezcan el sano desarrollo de la vida sexual, reproductiva y afectiva de millones de adolescentes.

Sigan nomás calladotes mientras el Presidente se ufana de cambiar las políticas públicas sobre prevención de embarazo adolescente, obedeciendo el dictado de su conciencia religiosa formateada por Torquemada, “cuantas veces sea necesario” (porque a la final es él, Mónica Hernández de Phillips solo será un instrumento de su fe). A mí, en cambio, me dan ganas de gritar, de insultar, de maldecir, pero en lugar de hacerlo, escribo modosita esta columna con la esperanza vana de que mis palabras no caigan en saco roto. Qué bruta.

En serio, me caen mal (sí, ustedes) con su voto de silencio marca ACME que solo abona para que episodios como el siguiente se multipliquen: “Como ya no eres funcional a mi ‘proyecto’ y quiero escarmentarte por resabiado, te quito la casa que el Estado te dio hace 23 años”. Cualquier parecido con el desalojo inminente de la Conaie es pura coincidencia.

Debe ser la época que me ha puesto bíblica, pero se me ocurre que si se arrepienten de su mudez la única manera de derribar las murallas de nuestro Jericó criollo y reconquistar el sentido común y la convivencia en democracia es que empecemos a hablar: a decir lo que nos molesta, a proponer soluciones, a plantear preguntas, a exigir a gritos verdaderas rendiciones de cuentas, a conversar sobre lo que importa. Solo serán nuestras voces-trompetas las que derriben las murallas y nos saquen de este marasmo silente; solo serán nuestras voces las que nos salven de la vergüenza eterna.