Un ministro del gabinete de Lenin Moreno relataba que en una conversación en la cúpula del poder político había comentado que el gobierno se ha derechizado y que alguno de los que comparten las mieles del poder le dijo que no vuelva a repetir eso. Al Presidente y a sus cercanos todavía les gusta creerse de izquierda y se sobresaltan cuando constatan que se han derechizado.
No es malo ser de derechas, en realidad es lo mismo que ser de izquierdas, ya no queda nada sustancial ni ideológico, solo esa vaga mentira según la cual la izquierda sería progresista, solidaria, culta y bien vista; a diferencia de la derecha que sería egoísta, tradicionalista, individualista, inculta. La consecuencia de estos estereotipos es que los de izquierda se ufanen de serlo y los de derecha se avergüencen.
Los estereotipos se desvanecieron cuando una izquierda populista, grosera, gritona, llegó al poder robó todo lo que pudo, arruinó a los países, incrementó la pobreza y llevó al poder a una gavilla de vagos que se convirtieron en nuevos ricos. Los pueblos reclamaron el retorno de la derecha para restaurar la posibilidad de generar riqueza en Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú. Y entonces, Lenin y su gallada ¿son de izquierda o de derecha?
Allí, en el poder, conviven antiguos izquierdistas y derechistas que han mutado en una especie de ideología especial que combina un discurso de izquierda con estrategias de derecha o que tienen ademanes de derecha y estrategias de izquierda. Son conversos políticos que han migrado unos hacia la izquierda y otros hacia la derecha y que han coincidido en una actitud práctica que hace lo necesario para mantenerse en el poder. Lenin ha migrado del socialismo a la derecha y los demás de sus diferentes posiciones hacia el Morenismo.
En política no había problema porque un temor común, a Correa, les indicó el programa y lo han cumplido bien, con el apoyo de todos los ciudadanos alérgicos a la servidumbre que quedaron escaldados del autoritarismo ratero. En economía es donde han tenido y tienen problemas. Saben lo que tienen que hacer y lo han dicho claramente: reducir el gasto público, alentar la producción, atraer la inversión extranjera, abrir mercados. Pero a la hora de traducir en medidas concretas como bajar impuestos, moderar la rigidez de la contratación laboral, eliminar subsidios, reducir la burocracia, les entra temblores y se inclinan por el gradualismo o el aplazamiento.
El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional fue como subir a la rampa para lanzarse a la piscina del modelo de derecha. Allí están, listos, como si fueran a lanzarse en cualquier momento, pero no tienen apuro. El público empieza a creer que no lo harán. Han pedido al Fondo que acepte un pequeño cambio en las metas comprometidas y el Fondo les ha aceptado. Seguramente volverán al discurso de izquierda para justificar la indecisión. Los conversos están de acuerdo, al fin y al cabo la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas.