El Estado ecuatoriano enfrenta un desafío planteado en términos de barbarie: tras el atentado con bomba que voló medio cuartel policial en San Lorenzo, la bomba-trampa que mató a cuatro militares y los otros atentados con explosivos, vinieron el secuestro y asesinato de los tres colaboradores de EL COMERCIO, y el nuevo secuestro de una pareja de esposos, que se conoció este martes, a lo que se añade la negativa chantajista de no entregar los cadáveres de Javier, Paúl y Efraín.
Esta escalada de viles acciones sucesivas constituye una amenaza nueva, humillante e indignante para los ecuatorianos, a la que hay que responder con entereza y patriotismo. Pero me temo que la banda criminal y sus jefes narcos mexicanos estén logrando dos de sus objetivos: minar la autoridad pública y generalizar el temor.
El escenario son las redes sociales, donde hay una explosión de supuestos expertos que opinan, con esa virulencia ridícula de las redes, sobre todo lo que debió hacerse o no; que denuestan la estrategia militar, política e informativa del Gobierno o las inundan con noticias falsas, videos truculentos y comunicados truchos. En ellas vimos también, estragados, muestras de bajeza moral como las del expresidente que calificó de falso y de maniobra del Gobierno al secuestro de los periodistas, replicado y amplificado con ironía miserable por los fanáticos que le quedan. Con todo esto, muchos se están equivocando de enemigo, creyendo que es el Gobierno y no las bandas narcotraficantes, en tanto otros son presas de desánimo y hasta miedo.
No hay lugar para esas posiciones. Cada uno debe mantener la calma y la fortaleza, sin dejar de compartir la pena por los siete fallecidos y ser solidario con la familia de los nuevos secuestrados. Pero ante esta barbarie del terrorismo que por primera vez nos ataca, hemos de presentar un frente unido, confiando en el presidente que fue elegido por la mayoría del pueblo y que se ha legitimado en el ejercicio del poder.
Ya habrá tiempo para discutir si Navas y Zambrano son unos ineptos (que lo son) o si la canciller Espinosa debe o no dar rienda suelta a su ambición (lo peor no es que sea candidata a presidir la asamblea de la ONU, sino que puede que gane). Ya lo discutiremos, y el propio Moreno sabrá cuánta puede ser su legitimidad con colaboradores que fueron actores de la permisividad en la frontera. Pero hoy es hora del patriotismo. Amar a la patria es dejar de lado politiquerías, sacrificar intereses y unirse para defender cada pedazo de ella, como la franja fronteriza de la que estos delincuentes se han aprovechado para su comercio ilícito, tierra que es nuestra heredad. La heredad de hombres y mujeres dignos que derrotarán a las mafias internacionales de la droga y la recuperarán para el progreso y la paz que nos merecemos.