El crecimiento de la angustia de la clase media y de la popular, es decir de la gran mayoría del Ecuador, por la falta de empleo y por la percepción de inseguridad en los barrios está llegando a niveles preocupantes para cualquier observador de la sociedad ecuatoriana. Eso se manifiesta en una aguda desilusión del país, un descreimiento respecto de las personas e instituciones y una apatía frente a la política y los políticos, que se patentiza en la actual campaña electoral.
Si a ello se junta la ineficiencia del Gobierno, que no ha encontrado el camino para promover el empleo y, al contrario, reduce el gasto público (cosa necesaria ante el despilfarro anterior y la falta de recursos, pero con lo que se deprime aún más la economía), ¿tenemos completo el cuadro de la desgracia nacional? No; faltan dos ingredientes: los empresarios que no han hecho las inversiones que se esperaba iban a compensar el retiro del Estado como motor económico, y los políticos y comentaristas que todo lo ven mal.
¿Qué esperan los empresarios? Glas está preso, Correa no puede volver al Ecuador, hay un compromiso de seguir persiguiendo a los corruptos y de tener reglas claras y comportamientos transparentes. Está en marcha el cambio de la justicia. Además, los empresarios tienen de ministro de Finanzas a quien fue su principal ejecutivo; a otros representantes suyos en ministerios claves y a un desaforado aliado suyo, Santiago Cuesta, que parece tener ámbito propio de acción, que habla todo el tiempo con gran desparpajo de concesiones, privatizaciones, despidos y vistos buenos en las empresas estatales. ¿Qué más quieren los empresarios? Ya sé que quieren; es fácil: más medidas, como quitar el Impuesto a la Salida de Divisas, rebajar el Impuesto a la Renta y una extrema flexibilización laboral. Como la experiencia lo dicta, ni aunque les atendieran esos pedidos estarían satisfechos. Difícilmente van a invertir en el Ecuador, porque, salvo contadas excepciones, no creen en el Ecuador.
Y los pontífices para quienes todo está mal, ¿no aprendieron la lección de cómo surgió Correa? Fueron ellos, con ayuda de cierta prensa, los que calificaron a todos los partidos políticos de malos, sin distinguir entre incompetentes y competentes, corruptos y honestos y, miopes o zonzos, metieron en el mismo saco a los que se esfuerzan por lucrar y a los que se esfuerzan por servir. Así acabamos donde acabamos, buscando un salvador, un mesías, que venía a refundar la patria. Por lo que el país se halla en una grave coyuntura: si el gobierno no es más eficaz, si los empresarios no invierten y los pontífices no encuentran algo de bueno (en los actuales candidatos y en el Gobierno) todos estarán trabajando para que, a la corta o a la larga, aquel mentiroso embaucador regrese a “salvar” de nueva cuenta al país.