Miguelito: cuando el perro negro de la depresión intenta morderme, pienso en ti, y la sombra se aleja. Admiro tu fuerza al vencer al toro amarillo del bullying de cuernos hostiles contra el trapo rojo de tu paladar hendido y la mueca obscena de tu labio liebre. Crueldad de la infancia. Brutal carcajada de adolescentes sin piedad, sin alma. Vergüenza de tu familia que se hacía el quite para que la gente pensara que eres hijo de la familia de al lado. Complejo continuo de ser inferior, de no ser amado, de estar siempre solo y saber que estás de sobra en este mundo inmundo. Era en Latacunga. La cuidad fría.
Miguelito: cuando el gallo rojo canta en la aurora, me lleno de fe, pienso en ti y me alegro. Admiro al coronel Cajiao, de la Policía, que te preguntó por qué andabas triste. Y después de escucharte, dijo: –“Te operas gratis en el Hospital Militar de Quito, pero con la promesa de que estudiarás”. Cinco horas de operación te dieron una cara nueva. Barrías las calles durante el día, y al atardecer te ibas a Ambato a estudiar Zoología. Fuiste por treinta años profesor de ciencias en la Capital, montaste un laboratorio de Taxonomía y escribiste un libro de Cómo Investigar. La Casa de la Cultura, matriz, te lo presentó. La familia estuvo presente y recibiste abrazos. Era en Cotopaxi, Tungurahua, Pichincha, provincias de aguas termales hirvientes.
Miguelito; cuando la lechuza de Minerva, diosa de la Sabiduría, graznaba al caer la noche, tú me enseñabas sobre Latacunga y su gente valiosa. Me decías, – ¿Sabe usted, don Simón, que nuestra tierra se llamaba provincia de León? Pero, uno de sus hijos más notables, el general Alberto Enríquez Gallo, dictador ilustrado, dispuso que se llamara provincia de Cotopaxi. Era el año 1938.
Miguelito: Lo que me dijiste me movió a leer sobre este general. Estudiado en la Italia de Benito Mussolini e inspirado en él, quiso poner orden. Las provincias de la Sierra se unifiquen en cuanto al nombre o de su monte mayor o de su río principal, menos Bolívar y Loja. La una, porque Bolívar es la montaña más alta de nuestra América; la otra, porque su fundador era oriundo de la pequeña Loja de España. Loja, nombre árabe que significa custodia o guardián. La Loja de Andalucía, custodia de Granada; la de Ecuador, custodia de nuestra patria.
Miguelito: ¡qué orgullo tener a un Enríquez Gallo!: Se proclamó dictador, pues el país era una adolescente caprichosa y respondona que necesitaba la firmeza de un padre; pues trabajadores y obreros andaban como ovejas descarriadas a merced del lobo y expidió el Código de Trabajo, el mejor en América Latina; pues en el país vivían peleándose liberales, conservadores y socialistas. Enríquez le dio una Carta Política, equilibrada. Y este dictador ilustrado dejó el poder como un demócrata de cuerpo entero. Sí, ¡qué orgullo!
Miguelito: Ya me está llamando mi mujer, a que baje a comer unas chugchucaras. Ciao.