Columnista invitado
En las plazas y calles del Ecuador se encuentra cada vez más mujeres y hombres de Venezuela, trabajando informalmente para alimentar a su familia. Ellos, han tenido que salir de su país porque allí les era imposible vivir con la más elemental dignidad. Sin empleo, alimentos, medicinas, agua potable, energía eléctrica, atención hospitalaria y desprotegidos ante el crimen, dicen, entre lágrimas, que su existencia era un martirio.
¿Cómo es posible que el país relativamente mejor dotado de recursos naturales de América y quizá del mundo, haya caído en esa atroz miseria? Los cientos de miles de millones de dólares producidos por el petróleo fueron despilfarrados y robados por una administración pública corrupta, demagógica y enceguecida por los delirios de grandeza de su líder. Las industrias de hierro y aluminio se han deteriorado; la producción de energía eléctrica ha caído a tan bajos niveles que el gobierno la ha racionado peor que en tiempos de guerra; esto, no obstante que el país dispone de numerosos y caudalosos ríos que le hubieran permitido, con tan sólo utilizar un pequeño porcentaje de lo que ha gastado el gobierno, construir muchas represas para producir energía eléctrica y para, además, regar las extensas sabanas donde se pueden alimentar decenas de millones de cabezas de ganado y cultivar millones de hectáreas de maíz, arroz, fréjol y otros alimentos tan apetecidos por el pueblo venezolano.
Un gobierno irresponsable y atrabiliario, tras diecisiete años en el poder ha dejado a gran parte de los venezolanos sumidos en la pobreza. Solamente el grupo que gobierna y los que gozan de prebendas, están satisfechos. Esta horrenda tragedia, con personas que mueren de hambre y sin atención médica, se pretende negar con una propaganda que es un monumento al cinismo, y que, sin embargo, es repetida en otros países, como el Ecuador, por gentes desvergonzadas e insensibles al dolor de un pueblo hermano.
La tiranía que sojuzga a los venezolanos pretende justificar su corrupción y opresión y la destrucción de las instituciones y la economía del país, exagerando mañosamente los errores y vicios del pasado de América y de su patria, mientras calla que en Venezuela existía: una institucionalidad republicana consolidada durante medio siglo, una economía pujante, instituciones de seguridad social en proceso de continuo perfeccionamiento y una fuerza pública sujeta a la constitución y las leyes; es decir, una país que atraía a numerosas personas de otros lugares que allí encontraban trabajo y sustento dignos. Todo eso ha sido arrasado por un gobierno populista y mesiánico que se originó en una sublevación militar, causante de quinientos muertos. Sin embargo, el Canciller del Ecuador acaba de decir en una reunión internacional que: “En Venezuela se respira felicidad”.