La figura del Viejo Luchador fue interesadamente opa-cada durante la prevalencia de la bancocracia (1912- 1925) y casi olvidada luego por el vaivén de la semianarquía imperante hasta 1939, época en la que el liberalismo, desplazado del poder, intenta por todos los medios volver a captarlo. Es durante la administración arroyista, última fosforescencia del Partido Liberal Radical, cuando insurge de nuevo el recuerdo de Alfaro, al compás de la celebración del centenario de su nacimiento que motiva un concurso de historia promovido por el Gobierno. De entonces data la bien lograda y mesurada biografía por el Dr. Jorge Pérez Concha, ‘Eloy Alfaro. Su vida y su obra’, aparecida en 1942 y publicada en los Talleres Gráficos del Ministerio de Educación, al igual que otras obras laudatorias como los ensayos de Alejandro Andrade Coello, Ricardo Darquea, Víctor Palacios y Eugenio de Janon Alcívar, todos ellos publicados en las imprentas del Estado y caracterizados por la ponderación a veces hiperbólica de los aciertos y desaciertos, y por la carga ideológica contra el conservatismo desplazado del poder en 1875 -aunque el liberalismo acusa de conservadores inclusive a los gobernantes del ‘Partido Progresista’ a los que sustituyó en 1895, en realidad frecuentemente combatidos por el Partido Conservador.
Se singularizaban también esos ensayos por la acusación abierta o disfrazada contra el placismo, al que suponían en colaboración con los conservadores para eliminar a Don Eloy y sus tenientes, tesis que alcanzaría su clímax mediante la publicación en 1951, en la ciudad de Buenos Aires, como obra póstuma del Dr. José Peralta, ex Ministro del Caudillo radical, de su virulenta y dramática acusación intitula-da ‘Eloy Alfaro y sus victimarios. Apuntes para la historia’. Culmina esta óptica, con ligeras variantes, con la biografía novelada ‘La Hoguera Bárbara’, por Alfredo Pareja Diezcanseco, editada en México. La pluma privilegiada de uno de los mayores novelistas ecuatorianos del siglo XX, historiador a la vez, se consagra a exaltar, más que la real figura histó-rica, al personaje legendario y mítico en que había devenido el Viejo Luchador. Esa misma óptica, con ligeras variaciones, ha continuado en otras obras panegiristas como ‘Vida anecdótica del Gral. Eloy Alfaro’, por Julio Troncoso (1966) o ‘Eloy Alfaro. Álbum audio-visual’, serie de discos editados en Guayaquil en 1972 por Víctor Pino Yerovi.
Frente a la tesis exegética apareció la antítesis limitante en numerosos artículos de la prensa conservadora y en no pocos libros y folletos, a partir del Manifiesto que, el mismo año 1912, lanzó el Directorio General del Partido Conservador no solo para rechazar en forma terminante la acusación de que hubiera participado como autor, cómplice o encubridor en los hechos de sangre del 28 de enero sino, además, para sindicar dentro del propio Partido Liberal a los asesinos del Gral. Alfaro.