Como cuando Yaku se declaraba finalista antes de mirar con lupa esas urnas en Guayas. Como cuando el gobernador Arosemena dijo casi enseguida que el motín del 30 de septiembre estaba controlado. Como cuando los monotemáticos curtidos en su metro cuadrado de pereza insisten mes a mes que el correísmo está clínicamente muerto.
Declarar que se ha vencido al covid-19 es caminar por esa delgada cornisa entre la ingenuidad y la audacia. Estados Unidos y Europa también se relajaron y ya registran repuntes que, a estas alturas, activan alarmas. Sin ir muy lejos, Argentina reportó este domingo un aumento del 92% de casos con respecto al fin de semana previo.
Puede que la tasa de mortalidad ya no desvele pero ¿realmente conocemos al virus lo suficientemente bien, en todas sus variantes pasadas, actuales y futuras, como para cantar victoria? Obviamente no. El 10 de octubre de 2020 el expresidente estadounidense Donal Trump se paró en un balcón de la Casa Blanca para demostrar que había logrado recuperarse del covid y de inmediato cometió un acto de irresponsabilidad: “Es como la gripe. (La pandemia) ya va a desaparecer; ya está desapareciendo”. Un año y medio después, EEUU sumaba un millón de muertes por Covid.
Llegar a conclusiones apresuradas, sin otra cosa más que el ímpetu o la aspiración, no es una postura muy ejecutiva. Es un error característico de la novatada o de la arrogancia y puede lesionar gravemente la credibilidad. Le pasaba muy seguido al candidato Andrés Arauz, como cuando informó que Ecuador iba a contar con una dotación importante de vacunas porque el gobierno argentino iba a interceder a favor nuestro ante una farmacéutica. Absurdo.
Cuidado damos el mismo paso en falso con posturas fantasiosas en la lucha contra el crimen porque las mafias, al igual que el coronavirus, tienen la capacidad de reinventarse y propagarse silenciosamente para llevar la desgracia a la puerta de cada hogar. En la balanza comunicacional, la contundencia de los hechos pesa más que el aire de cualquier anuncio rimbombante.